La Hora de la Gloria: La Cruz y la Resurrección

Lección 12, 4°Trimestre, del 14 al 20 de Diciembre del 2024.

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Sábado por la tarde, 14 de Diciembre

Texto para memorizar:

Entonces Pilato le dijo: —¿Así que tú eres rey? Jesús respondió: —Tú dices que soy rey. Para esto yo he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad oye mi voz. RVa — Juan 18:37


Un terremoto señaló la hora en que Cristo depuso su vida, y otro terremoto indicó el momento en que triunfante la volvió a tomar. El que había vencido la muerte y el sepulcro salió de la tumba con el paso de un vencedor, entre el bamboleo de la tierra, el fulgor del relámpago y el rugido del trueno. Cuando vuelva de nuevo a la tierra, sacudirá "no solamente la tierra, mas aun el cielo."2 "Temblará la tierra vacilando como un borracho, y será removida como una choza." "Plegarse han los cielos como un libro;" "los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella están serán quemadas." "Mas Jehová será la esperanza de su pueblo, y la fortaleza de los hijos de Israel."3

Al morir Jesús, los soldados habían visto la tierra envuelta en tinieblas al mediodía; pero en ocasión de la resurrección vieron el resplandor de los ángeles iluminar la noche, y oyeron a los habitantes del cielo cantar con grande gozo y triunfo: ¡Has vencido a Satanás y las potestades de las tinieblas; has absorbido la muerte por la victoria!

Cristo surgió de la tumba glorificado, y la guardia romana lo contempló. Sus ojos quedaron clavados en el rostro de Aquel de quien se habían burlado tan recientemente. En este ser glorificado, contemplaron al prisionero a quien habían visto en el tribunal, a Aquel para quien habían trenzado una corona de espinas. Era el que había estado sin ofrecer resistencia delante de Pilato y de Herodes, Aquel cuyo cuerpo había sido lacerado por el cruel látigo, Aquel a quien habían clavado en la cruz, hacia quien los sacerdotes y príncipes, llenos de satisfacción propia, habían sacudido la cabeza diciendo: "A otros salvó, a sí mismo no puede salvar."4 Era Aquel que había sido puesto en la tumba nueva de José. El decreto del Cielo había librado al cautivo. Montañas acumuladas sobre montañas y encima de su sepulcro, no podrían haberle impedido salir. DTG 726.1 - DTG 726.3

Domingo, 15 de Diciembre

¿Qué es la Verdad?


En lo que dice Juan 18:33-38. ¿De qué hablaron Pilato y Jesús?

Esperando obtener de él la verdad y escapar al tumulto de la muchedumbre, Pilato llevó a Jesús aparte y le volvió a preguntar: "¿Eres tú el Rey de los Judíos?"

Jesús no respondió directamente a esta pregunta. Sabía que el Espíritu Santo estaba contendiendo con Pilato, y le dió oportunidad de reconocer su convicción. "¿Dices tú esto de ti mismo—preguntó,—o te lo han dicho otros de mí?" Es decir, ¿eran las acusaciones de los sacerdotes, o un deseo de recibir luz de Cristo lo que motivaba la pregunta de Pilato? Pilato comprendió lo que quería decir Cristo; pero un sentimiento de orgullo se irguió en su corazón. No quiso reconocer la convicción que se apoderaba de él. "¿Soy yo Judío?—dijo.—Tu gente, y los pontífices, te han entregado a mí: ¿qué has hecho?"

La áurea oportunidad de Pilato había pasado. Sin embargo Jesús no le dejó sin darle algo más de luz. Aunque no contestó directamente la pregunta de Pilato, expuso claramente su propia misión. Le dió a entender que no estaba buscando un trono terrenal.

"Mi reino no es de este mundo—dijo:—si de este mundo fuera mi reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los Judíos: ahora, pues, mi reino no es de aquí. Díjole entonces Pilato: ¿Luego rey eres tú? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz."

Cristo afirmó que su palabra era en sí misma una llave que abriría el misterio para aquellos que estuviesen preparados para recibirlo. Esta palabra tenía un poder que la recomendaba, y en ello estribaba el secreto de la difusión de su reino de verdad. Deseaba que Pilato comprendiese que únicamente si recibía y aceptaba la verdad podría reconstruirse su naturaleza arruinada.

Pilato deseaba conocer la verdad. Su espíritu estaba confuso. Escuchó ávidamente las palabras del Salvador, y su corazón fué conmovido por un gran anhelo de saber lo que era realmente la verdad y cómo podía obtenerla. "¿Qué cosa es verdad?" preguntó. Pero no esperó la respuesta. El tumulto del exterior le hizo recordar los intereses del momento; porque los sacerdotes estaban pidiendo con clamores una decisión inmediata. Saliendo a los judíos, declaró enfáticamente: "Yo no hallo en él ningún crimen." DTG 674.4 - DTG 675.4

"Cuando la verdad es recibida en el corazón, comienza la obra de refinar y santificar al receptor. Aquel que aprecia la verdad, no sentirá que ya no tiene necesidad de iluminación, sino que se dará cuenta, a medida que lleva a cabo la verdad en su vida práctica, de que tiene necesidad de luz continua para poder aumentar su conocimiento. A medida que lleve la verdad a su vida, sentirá su verdadera ignorancia, y se dará cuenta de la necesidad de tener una educación más completa, para que pueda comprender cómo utilizar su capacidad de la mejor manera." CE 137.2

Lunes, 16 de Diciembre

¡He Aquí al Hombre!


Lee Juan 18:38-19:5. ¿Cómo intentó Pilato persuadir al pueblo para que pidiera la liberación de Jesús?

Saliendo a los judíos, declaró enfáticamente: "Yo no hallo en él ningún crimen."

Estas palabras de un juez pagano eran una mordaz reprensión a la perfidia y falsedad de los dirigentes de Israel que acusaban al Salvador. Al oír a Pilato decir esto, los sacerdotes y ancianos se sintieron chasqueados y se airaron sin mesura. Durante largo tiempo habían maquinado y aguardado esta oportunidad. Al vislumbrar la perspectiva de que Jesús fuese libertado, parecían dispuestos a despedazarlo. Denunciaron en alta voz a Pilato, y le amenazaron con la censura del gobierno romano. Le acusaron de negarse a condenar a Jesús, quien, afirmaban ellos, se había levantado contra César.

Se oyeron entonces voces airadas, las cuales declaraban que la influencia sediciosa de Jesús era bien conocida en todo el país. Los sacerdotes dijeron: "Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí."

En este momento Pilato no tenía la menor idea de condenar a Jesús. Sabía que los judíos le habían acusado por odio y prejuicio. Sabía cuál era su deber. La justicia exigía que Cristo fuese libertado inmediatamente. Pero Pilato temió la mala voluntad del pueblo. Si se negaba a entregar a Jesús en sus manos, se produciría un tumulto, y temía afrontarlo. Cuando oyó que Cristo era de Galilea, decidió enviarlo al gobernador de esa provincia, Herodes, que estaba entonces en Jerusalén. Haciendo esto, Pilato pensó traspasar a Herodes la responsabilidad del juicio. También pensó que era una buena oportunidad de acabar con una antigua rencilla entre él y Herodes. Y así resultó. Los dos magistrados se hicieron amigos con motivo del juicio del Salvador. DTG 675.4 - DTG 676.2

Por empedernido que estuviese, Herodes no se atrevió a ratificar la condena de Cristo. Quiso descargarse de la terrible responsabilidad y mandó a Jesús de vuelta al tribunal romano.

Pilato sintió desencanto y mucho desagrado. Cuando los judíos volvieron con el prisionero, preguntó impacientemente qué querían que hiciese con él. Les recordó que ya había examinado a Jesús y no había hallado culpa en él; les dijo que le habían presentado quejas contra él, pero que no habían podido probar una sola acusación. Había enviado a Jesús a Herodes, tetrarca de Galilea y miembro de su nación judía, pero él tampoco había hallado en él cosa digna de muerte. "Le soltaré, pues, castigado," dijo Pilato.

En esto Pilato demostró su debilidad. Había declarado que Jesús era inocente; y, sin embargo, estaba dispuesto a hacerlo azotar para apaciguar a sus acusadores. Quería sacrificar la justicia y los buenos principios para transigir con la turba. Esto le colocó en situación desventajosa. La turba se valió de su indecisión y clamó tanto más por la vida del preso. Si desde el principio Pilato se hubiese mantenido firme, negándose a condenar a un hombre que consideraba inocente, habría roto la cadena fatal que iba a retenerle toda su vida en el remordimiento y la culpabilidad. Si hubiese obedecido a sus convicciones de lo recto, los judíos no habrían intentado imponerle su voluntad. Se habría dado muerte a Cristo, pero la culpabilidad no habría recaído sobre Pilato. Mas Pilato había violado poco a poco su conciencia. Había buscado pretexto para no juzgar con justicia y equidad, y ahora se hallaba casi impotente en las manos de los sacerdotes y príncipes. Su vacilación e indecisión provocaron su ruina. DTG 680.1 - DTG 680.3

Mártes, 17 de Diciembre

“ Consumado Está”


Tan pronto como Jesús estuvo clavado en la cruz, ésta fué levantada por hombres fuertes y plantada con gran violencia en el hoyo preparado para ella. Esto causó los más atroces dolores al Hijo de Dios. Pilato escribió entonces una inscripción en hebreo, griego y latín y la colocó sobre la cruz, más arriba que la cabeza de Jesús. Decía: "Jesús Nazareno, Rey de los Judíos." Esta inscripción irritaba a los judíos. En el tribunal de Pilato habían clamado: "Crucifícale." "No tenemos rey sino a César."4 Habían declarado que quien reconociese a otro rey era traidor. Pilato escribió el sentimiento que habían expresado. No se mencionaba delito alguno, excepto que Jesús era Rey de los judíos. La inscripción era un reconocimiento virtual de la fidelidad de los judíos al poder romano. Declaraba que cualquiera que aseverase ser Rey de Israel, era considerado por ellos como digno de muerte. Los sacerdotes se habían excedido. Cuando maquinaban la muerte de Cristo, Caifás había declarado conveniente que un hombre muriese para salvar la nación. Ahora su hipocresía quedó revelada. A fin de destruir a Cristo, habían estado dispuestos a sacrificar hasta su existencia nacional.

Los sacerdotes vieron lo que habían hecho, y pidieron a Pilato que cambiase la inscripción. Dijeron: "No escribas, Rey de los Judíos: sino, que él dijo: Rey soy de los Judíos." Pero Pilato estaba airado consigo mismo por su debilidad anterior y despreciaba cabalmente a los celosos y arteros sacerdotes y príncipes. Respondió fríamente: "Lo que he escrito, he escrito."

Un poder superior a Pilato y a los judíos había dirigido la colocación de esa inscripción sobre la cabeza de Jesús. En la providencia de Dios, tenía que incitar a reflexionar e investigar las Escrituras. El lugar donde Cristo fué crucificado se hallaba cerca de la ciudad. Miles de personas de todos los países estaban entonces en Jerusalén, y la inscripción que declaraba Mesías a Jesús de Nazaret iba a llegar a su conocimiento. Era una verdad viva transcrita por una mano que Dios había guiado. DTG 694.3 - DTG 695.2

Lee Juan 19:25-27. ¿Qué conmovedora escena relacionada con la madre de Jesús ocurrió en la cruz?

Mientras la mirada de Jesús recorría la multitud que le rodeaba, una figura llamó su atención. Al pie de la cruz estaba su madre, sostenida por el discípulo Juan. Ella no podía permanecer lejos de su Hijo; y Juan, sabiendo que el fin se acercaba, la había traído de nuevo al lado de la cruz. En el momento de morir, Cristo recordó a su madre. Mirando su rostro pesaroso y luego a Juan, le dijo: "Mujer, he ahí tu hijo," y luego a Juan: "He ahí tu madre." Juan comprendió las palabras de Cristo y aceptó el cometido. Llevó a María a su casa, y desde esa hora la cuidó tiernamente. ¡Oh Salvador compasivo y amante! ¡En medio de todo su dolor físico y su angustia mental, tuvo un cuidado reflexivo para su madre! No tenía dinero con que proveer a su comodidad, pero estaba él entronizado en el corazón de Juan y le dió su madre como legado precioso. Así le proveyó lo que más necesitaba: la tierna simpatía de quien la amaba porque ella amaba a Jesús. Y al recibirla como un sagrado cometido, Juan recibía una gran bendición. Le recordaba constantemente a su amado Maestro. DTG 700.1

Lee Juan 19:28-30. ¿Qué significado tienen las últimas palabras de Jesús: "Consumado es"?

Cuando los labios de Cristo exhalaron el fuerte clamor: "Consumado es," los sacerdotes estaban oficiando en el templo. Era la hora del sacrificio vespertino. Habían traído para matarlo el cordero que representaba a Cristo. Ataviado con sus vestiduras significativas y hermosas, el sacerdote estaba con el cuchillo levantado, como Abrahán a punto de matar a su hijo. Con intenso interés, el pueblo estaba mirando. Pero la tierra tembló y se agitó; porque el Señor mismo se acercaba. Con un ruido desgarrador, el velo interior del templo fué rasgado de arriba abajo por una mano invisible, que dejó expuesto a la mirada de la multitud un lugar que fuera una vez llenado por la presencia de Dios. En este lugar, había morado la shekinah. Allí Dios había manifestado su gloria sobre el propiciatorio. Nadie sino el sumo sacerdote había alzado jamás el velo que separaba este departamento del resto del templo. Allí entraba una vez al año para hacer expiación por los pecados del pueblo. Pero he aquí, este velo se había desgarrado en dos. Ya no era más sagrado el lugar santísimo del santuario terrenal.

Todo era terror y confusión. El sacerdote estaba por matar la víctima; pero el cuchillo cayó de su mano enervada y el cordero escapó. El símbolo había encontrado en la muerte del Hijo de Dios la realidad que prefiguraba. El gran sacrificio había sido hecho. Estaba abierto el camino que llevaba al santísimo. Había sido preparado para todos un camino nuevo y viviente. Ya no necesitaría la humanidad pecaminosa y entristecida esperar la salida del sumo sacerdote. Desde entonces, el Salvador iba a oficiar como sacerdote y abogado en el cielo de los cielos. Era como si una voz viva hubiese dicho a los adoradores: Ahora terminan todos los sacrificios y ofrendas por el pecado. El Hijo de Dios ha venido conforme a su Palabra: "Heme aquí (en la cabecera del libro está escrito de mí) para que haga, oh Dios, tu voluntad." "Por su propia sangre [él entra] una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención."13

DTG 704.5 - DTG 705.1

Miércoles, 18 de Diciembre

La Tumba Vacía


Lee Juan 20:1-7. ¿Qué importancia tiene para nosotros lo que se describe en estos versículos?

Las mujeres no habían venido todas a la tumba desde la misma dirección. María Magdalena fué la primera en llegar al lugar; y al ver que la piedra había sido sacada, se fué presurosa para contarlo a los discípulos. Mientras tanto, llegaron las otras mujeres. Una luz resplandecía en derredor de la tumba, pero el cuerpo de Jesús no estaba allí. Mientras se demoraban en el lugar, vieron de repente que no estaban solas. Un joven vestido de ropas resplandecientes estaba sentado al lado de la tumba. Era el ángel que había apartado la piedra. Había tomado el disfraz de la humanidad, a fin de no alarmar a estas personas que amaban a Jesús. Sin embargo, brillaba todavía en derredor de él la gloria celestial, y las mujeres temieron. Se dieron vuelta para huir, pero las palabras del ángel detuvieron sus pasos. "No temáis vosotras—les dijo;—porque yo sé que buscáis a Jesús, que fué crucificado. No está aquí; porque ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fué puesto el Señor. E id presto, decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos." Volvieron a mirar al interior del sepulcro y volvieron a oír las nuevas maravillosas. Otro ángel en forma humana estaba allí, y les dijo: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, mas ha resucitado: acordaos de lo que os habló, cuando aun estaba en Galilea, diciendo: Es menester que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día."

¡Ha resucitado, ha resucitado! Las mujeres repiten las palabras vez tras vez. Ya no necesitan las especias para ungirle. El Salvador está vivo, y no muerto. Recuerdan ahora que cuando hablaba de su muerte, les dijo que resucitaría. ¡Qué día es éste para el mundo! Prestamente, las mujeres se apartaron del sepulcro y "con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos." DTG 732.3 - DTG 733.1

Lee Juan 20:8-10. ¿Cuál era el significado del paño doblado?

María no había oído las buenas noticias. Ella fué a Pedro y a Juan con el triste mensaje: "Han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto." Los discípulos se apresuraron a ir a la tumba, y la encontraron como había dicho María. Vieron los lienzos y el sudario, pero no hallaron a su Señor. Sin embargo, había allí un testimonio de que había resucitado. Los lienzos mortuorios no habían sido arrojados con negligencia a un lado, sino cuidadosamente doblados, cada uno en un lugar adecuado. Juan "vió, y creyó." No comprendía todavía la escritura que afirmaba que Cristo debía resucitar de los muertos; pero recordó las palabras con que el Salvador había predicho su resurrección.

Cristo mismo había colocado esos lienzos mortuorios con tanto cuidado. Cuando el poderoso ángel bajó a la tumba, se le unió otro, quien, con sus acompañantes, había estado guardando el cuerpo del Señor. Cuando el ángel del cielo apartó la piedra, el otro entró en la tumba y desató las envolturas que rodeaban el cuerpo de Jesús. Pero fue la mano del Salvador la que dobló cada una de ellas y la puso en su lugar. A la vista de Aquel que guía tanto a la estrella como al átomo, no hay nada sin importancia. Se ven orden y perfección en toda su obra. DTG 733.2 - DTG 733.3

Jueves, 19 de Diciembre

Jesús y María


Lea Juan 20:11-13. ¿Qué sucedió aquí que muestra por qué María Magdalena aún no comprendía el significado de la tumba vacía?

María había seguido a Juan y a Pedro a la tumba; cuando volvieron a Jerusalén, ella quedó. Mientras miraba al interior de la tumba vacía, el pesar llenaba su corazón. Mirando hacia adentro, vió a los dos ángeles, el uno a la cabeza y el otro a los pies de donde había yacido Jesús. "Mujer, ¿por qué lloras?" le preguntaron. "Porque se han llevado a mi Señor—contestó ella,—y no sé dónde le han puesto."

Entonces ella se apartó, hasta de los ángeles, pensando que debía encontrar a alguien que le dijese lo que habían hecho con el cuerpo de Jesús. Otra voz se dirigió a ella: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?" A través de sus lágrimas, María vió la forma de un hombre, y pensando que fuese el hortelano dijo: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré." Si creían que esta tumba de un rico era demasiado honrosa para servir de sepultura para Jesús, ella misma proveería un lugar para él. Había una tumba que la misma voz de Cristo había vaciado, la tumba donde Lázaro había estado. ¿No podría encontrar allí un lugar de sepultura para su Señor? Le parecía que cuidar de su precioso cuerpo crucificado sería un gran consuelo para ella en su pesar. DTG 733.4 - DTG 734.1

Lee Juan 20:14-18. ¿Qué lo cambió todo para María?

Pero ahora, con su propia voz familiar, Jesús le dijo: "¡María!" Entonces supo que no era un extraño el que se dirigía a ella y, volviéndose, vió delante de sí al Cristo vivo. En su gozo, se olvidó que había sido crucificado. Precipitándose hacia él, como para abrazar sus pies, dijo: "¡Rabboni!" Pero Cristo alzó la mano diciendo: No me detengas; "porque aun no he subido a mi Padre: mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios." Y María se fué a los discípulos con el gozoso mensaje. DTG 734.2

Viernes, 20 de Diciembre

Estudio Adicional

Mientras el Salvador estaba en la presencia de Dios recibiendo dones para su iglesia, los discípulos pensaban en su tumba vacía, se lamentaban y lloraban. Aquel día de regocijo para todo el cielo era para los discípulos un día de incertidumbre, confusión y perplejidad. Su falta de fe en el testimonio de las mujeres da evidencia de cuánto había descendido su fe. Las nuevas de la resurrección de Cristo eran tan diferentes de lo que ellos esperaban que no las podían creer. Eran demasiado buenas para ser la verdad, pensaban. Habían oído tanto de las doctrinas y llamadas teorías científicas de los saduceos, que era vaga la impresión hecha en su mente acerca de la resurrección. Apenas sabían lo que podía significar la resurrección de los muertos. Eran incapaces de comprender ese gran tema. DTG 735.1

"Id—dijeron los ángeles a las mujeres,—decid a sus discípulos y a Pedro, que él va antes que vosotros a Galilea: allí le veréis, como os dijo." Estos ángeles habían estado con Cristo como ángeles custodios durante su vida en la tierra. Habían presenciado su juicio y su crucifixión. Habían oído las palabras que él dirigiera a sus discípulos. Lo demostraron por el mensaje que dieron a los discípulos y que debiera haberlos convencido de su verdad. Estas palabras podían provenir únicamente de los mensajeros de su Señor resucitado.

"Decid a sus discípulos y a Pedro," dijeron los ángeles. Desde la muerte de Cristo, Pedro había estado postrado por el remordimiento. Su vergonzosa negación del Señor y la mirada de amor y angustia que le dirigiera el Salvador estaban siempre delante de él. De todos los discípulos, él era el que había sufrido más amargamente. A él fué dada la seguridad de que su arrepentimiento era aceptado y perdonado su pecado. Se le mencionó por nombre.

"Decid a sus discípulos y a Pedro, que él va antes que vosotros a Galilea: allí le veréis." Todos los discípulos habían abandonado a Jesús, y la invitación a encontrarse con él vuelve a incluirlos a todos. No los había desechado. Cuando María Magdalena les dijo que había visto al Señor, repitió la invitación a encontrarle en Galilea. Y por tercera vez, les fué enviado el mensaje. Después que hubo ascendido al Padre, Jesús apareció a las otras mujeres diciendo: "Salve. Y ellas se llegaron y abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús les dice: No temáis: id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán."

La primera obra que hizo Cristo en la tierra después de su resurrección consistió en convencer a sus discípulos de su no disminuido amor y tierna consideración por ellos. Para probarles que era su Salvador vivo, que había roto las ligaduras de la tumba y no podía ya ser retenido por el enemigo la muerte, para revelarles que tenía el mismo corazón lleno de amor que cuando estaba con ellos como su amado Maestro, les apareció vez tras vez. Quería estrechar aun más en derredor de ellos los vínculos de su amor. Id, decid a mis hermanos—dijo,—que se encuentren conmigo en Galilea.

Al oír esta cita tan definida, los discípulos empezaron a recordar las palabras con que Cristo les predijera su resurrección. Pero aun así no se regocijaban. No podían desechar su duda y perplejidad. Aun cuando las mujeres declararon que habían visto al Señor, los discípulos no querían creerlo. Pensaban que era pura ilusión. DTG 735.2 - DTG 736.2