En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. RVa — Juan 1:1
El soberano del universo no estaba solo en su obra benéfica. Tuvo un compañero, un colaborador que podía apreciar sus designios, y que podía compartir su regocijo al brindar felicidad a los seres creados. "En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Este estaba en el principio con Dios". Juan 1:1, 2. Cristo, el Verbo, el Unigénito de Dios, era uno solo con el Padre eterno, uno solo en naturaleza, en carácter y en propósitos; era el único ser que podía penetrar en todos los designios y fines de Dios. "Se llamará su nombre "Admirable consejero", "Dios fuerte", "Padre eterno", "Príncipe de paz"". "Sus orígenes se remontan al inicio de los tiempos, a los días de la eternidad". Isaías 9:6; Miqueas 5:2. Y el Hijo de Dios, hablando de sí mismo, declara: "Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente tuve la primacía, [...] cuando establecía los fundamentos de la tierra, con él estaba yo ordenándolo todo. Yo era su delicia cada día y me recreaba delante de él en todo tiempo". Proverbios 8:22-30. PP 12.2
Lee Juan 1:1-5. ¿Qué revelan estas palabras sobre el Verbo, Jesucristo?
"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella". "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad". Juan 1:1-5, 14.
Este capítulo bosqueja el carácter y la importancia de la obra de Cristo. Como quien conoce el tema, Juan atribuye todo poder a Cristo y habla de su grandeza y majestad. Hace refulgir rayos divinos de preciosa verdad como la luz del sol. Presenta a Cristo como al único Mediador entre Dios y la humanidad.
La doctrina de la encarnación de Cristo en carne humana es un misterio, "el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades". Colosenses 1:26. Es el grande y profundo misterio de la piedad. "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros". Juan 1:14. Cristo tomó sobre sí la naturaleza humana, una naturaleza inferior a su naturaleza celestial. No hay nada que demuestre tanto como esto la maravillosa condescendencia de Dios. "De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito". Juan 3:16. Juan presenta este admirable tema con tal sencillez que todos pueden captar las ideas expuestas y ser iluminados.
Cristo no tomó la naturaleza humana en forma aparente. La tomó de verdad. En realidad, poseyó la naturaleza humana. "Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo". Hebreos 2:14. Era el hijo de María; era de la simiente de David de acuerdo con la ascendencia humana. Se declara de él que era hombre, el hombre Cristo Jesús. Escribe Pablo: "de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste [Cristo], cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo". Hebreos 3:3. 1MS 289.1 - 1MS 290.1
Lee Juan 1:1-3, 14. ¿Qué nos dicen estos versículos que hizo Jesús, Dios mismo, y por qué es esta verdad la más importante que podamos conocer?
Sin embargo, al paso que la Palabra de Dios habla de la humanidad de Cristo cuando estuvo en esta tierra, también habla decididamente de su preexistencia. El Verbo existía como un ser divino, como el eterno Hijo de Dios, en unión y unidad con su Padre. Desde la eternidad era el Mediador del pacto, Aquel en quien todas las naciones de la tierra, tanto judíos como gentiles, habían de ser benditas si lo aceptaban. "El Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios". Juan 1:1. Antes de que fueran creados los hombres o los ángeles, el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios.
El mundo fue hecho por él, "y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho". Juan 1:3. Si Cristo hizo todas las cosas, existió antes de todas las cosas. Las palabras pronunciadas acerca de esto son tan decisivas, que nadie debe quedar en la duda. Cristo era esencialmente Dios y en el sentido más elevado. Era con Dios desde toda la eternidad, Dios sobre todo, bendito para siempre.
El Señor Jesucristo, el divino Hijo de Dios, existió desde la eternidad como una persona distinta, y sin embargo era uno con el Padre. Era la excelsa gloria del cielo. Era el Comandante de las inteligencias celestiales, y el homenaje de adoración de los ángeles era recibido por él con todo derecho. Esto no era robar a Dios. Declara: "Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente tuve el principado, desde el principio, antes de la tierra. Antes de los abismos fui engendrada; antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas. Antes que los montes fuesen formados, antes de los collados, ya había sido yo engendrada; no había aún hecho la tierra, ni los campos, ni el principio del polvo del mundo. Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo". Proverbios 8:22-27.*
Hay luz y gloria en la verdad de que Cristo fue uno con el Padre antes de que se estableciera el fundamento del mundo. Esta es la luz que brilla en un lugar oscuro haciéndolo resplandecer con gloria divina y original. Esta verdad, infinitamente misteriosa en sí misma, explica otras verdades misteriosas que de otra manera serían inexplicables, al paso que está encerrada como algo sagrado en luz, inaccesible e incomprensible.
"Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios". Salmos 90:2. "El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció". Mateo 4:16. 1MS 290.2 - 1MS 291.3
Aquí la preexistencia de Cristo y el propósito de su manifestación a nuestro mundo se presentan como rayos vivientes de luz procedentes del trono eterno. "Rodéate ahora de muros, hija de guerreros; nos han sitiado; con vara herirán en la mejilla al juez de Israel. Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad". Miqueas 5:1, 2.
"Nosotros predicamos a Cristo crucificado—declaró Pablo—, para los judíos ciertamente tropezadero y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios". 1 Corintios 1:23, 24. 1MS 291.4 - 1MS 292.1
Lee Juan 1:9-13. ¿Qué dura realidad describe aquí Juan sobre cómo responde la gente a Jesús?
El apóstol exaltó a Cristo delante de sus hermanos como aquel por quien Dios había creado todas las cosas, y por quien había labrado su redención. Declaró que la mano que sostiene los mundos en el espacio y mantiene en su ordenada distribución e infatigable actividad todas las cosas en el universo, es la que fué clavada por ellos en la cruz. "Por él fueron criadas todas las cosas—escribió Pablo—que están en los cielos, y que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fué criado por él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten." "A vosotros también que erais en otro tiempo extraños y enemigos de ánimo en malas obras, ahora empero os ha reconciliado en el cuerpo de su carne por medio de muerte, para haceros santos y sin mancha, e irreprensibles delante de él."
El Hijo de Dios se humilló para levantar al caído. Por ello dejó los mundos celestiales que no han conocido el pecado, los noventa y nueve que le amaban, y vino a esta tierra para ser "herido por nuestras rebeliones," y "molido por nuestros pecados." Isaías 53:5. Fué hecho, en todas las cosas, semejante a sus hermanos. Se revistió de carne humana igualándose a nosotros. HAp 376.1 - HAp 376.2
Los que reciben a Cristo por la fe como su Salvador personal no pueden estar en armonía con el mundo. Hay dos grupos distintos: los que son fieles a Dios, y guardan sus mandamientos, mientras que los otros hablan y actúan como el mundo, poniendo a un lado la Palabra de Dios, que es la verdad, y aceptando las palabras de los apóstatas que rechazaron a Jesús. TM 139.1
Lee Juan 3:16-21, Juan 9:35-41 y Juan 12:36-46. ¿De qué manera repiten estos textos el tema de la creencia y la incredulidad que aparece en el prólogo?
Durante más de mil años el pueblo judío había aguardado la venida del Salvador prometido. Sus esperanzas más halagüeñas se habían basado en ese acontecimiento. Durante mil años, en cantos y profecías, en los ritos del templo y en las oraciones familiares, se había reverenciado su nombre; y sin embargo cuando vino, no le reconocieron como el Mesías a quien tanto habían esperado. "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron." Juan 1:11. Para sus corazones amantes del mundo, el Amado del cielo fué "como raíz de tierra seca." A sus ojos no hubo "parecer en él, ni hermosura;" no discernieron en él belleza que se lo hiciese desear. Isaías 53:2.
Toda la vida de Jesús de Nazaret entre el pueblo judío fué un reproche para el egoísmo que este pueblo reveló al no querer reconocer los justos derechos del Dueño de la viña que se les había dado a cultivar. Odiaron su ejemplo de veracidad y piedad; y cuando llegó la prueba final, que significaba obedecer para tener la vida eterna o desobedecer y merecer la muerte eterna, rechazaron al Santo de Israel y se hicieron responsables de su crucifixión en el Calvario. PR 524.2 - PR 524.3
"Todo el sistema de la religión judía era el evangelio de Cristo presentado en tipos y símbolos. Entonces, cuán inapropiado fue que los que estaban bajo la dispensación judía rechazaran y crucificaran a Aquel que era el originador y fundamento de lo que decían creer. Cometieron su error al no creer lo que los profetas habían dicho acerca de Cristo: "Para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? y ¿a quién se ha manifestado el brazo del Señor? Por tanto, no podían creer, porque Esaías dijo otra vez: Cegó sus ojos, y endureció su corazón; para que no vean con sus ojos, ni entiendan con su corazón, y se conviertan, y yo los sane." RH 21 de Octubre de 1890, par. 2
"No es Dios quien pone la cegadora ante los ojos de los hombres o endurece sus corazones; es la luz que Dios envía a su pueblo, para corregir sus errores, para guiarlos por caminos seguros, pero que ellos se niegan a aceptar, es esto lo que ciega sus mentes y endurece sus corazones. Eligen apartarse de la luz, caminar obstinadamente entre las chispas de su propio fuego, y el Señor declara positivamente que se acostarán en la tristeza. Cuando un rayo de luz que el Señor envía no es reconocido, hay un entumecimiento parcial de las percepciones espirituales, y la segunda revelación de luz es menos claramente discernida, y así la oscuridad aumentará constantemente hasta que sea de noche para el alma. Cristo dijo: '¡Cuán grandes son esas tinieblas!". RH 21 de Octubre de 1890, par. 3 ( Referencias del Inglés)
Lee Juan 17:1-5. ¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo: "Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti"?
"Era positivamente necesario que el hombre conociera a su Padre Celestial, y discerniera sus atributos paternales de carácter; porque al llegar a conocer a Dios, los hombres pueden llegar a ser partícipes de las mismas virtudes y de la misma gloria. En la oración de Cristo por sus discípulos, la verdad contenida es del más profundo significado e interés para todos sus seguidores. "Estas palabras dijo Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; pues le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a cuantos le has dado. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado." Para prestar un servicio aceptable a Dios, es esencial que conozcamos a Dios, a quien pertenecemos, para que seamos agradecidos y obedientes, contemplándole y adorándole por su maravilloso amor a los hombres. No podríamos alegrarnos y alabar a un ser del que no tuviéramos conocimiento cierto; pero Dios ha enviado a Cristo al mundo para manifestar su carácter paternal. RH 9 de Marzo de 1897, par. 8
"Es nuestro privilegio conocer a Dios experimentalmente, y en el verdadero conocimiento de Dios está la vida eterna. El Hijo unigénito de Dios fue el don de Dios al mundo, en cuyo carácter se reveló el carácter de aquel que dio la ley a los hombres y a los ángeles. Vino a proclamar el hecho: "El Señor nuestro Dios es el único Señor", y a él sólo servirás. Vino a manifestar que "toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en quien no hay mudanza ni sombra de variación". Lo que procede de la mente de Dios es perfecto, y no necesita ser retirado, corregido o alterado en lo más mínimo. Podemos atribuir toda perfección a Dios. Él tiene en su mano la existencia de todo ser humano, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder. RH 9 de Marzo de 1897, par. 9
"A menos que los hombres conozcan a Dios como Cristo lo ha revelado, nunca formarán un carácter según la semejanza divina, y por lo tanto nunca verán a Dios. Es motivo de asombro entre los ángeles del cielo que quienes una vez conocieron a Dios se vuelvan descuidados, permitan que sus mentes sean absorbidas por cualquier afán temporal, y permitan que su atención se desvíe del Dios del cielo, de modo que olviden voluntaria y voluntariamente a su Hacedor, y lo sustituyan por otros señores y otros dioses. Ha llegado el día en que hay muchos señores y muchos dioses, y Satanás se ha propuesto interponerse entre Dios y el alma humana, para que los hombres no rindan homenaje a Dios en el cumplimiento de su ley. Satanás se ha envuelto en vestiduras de resplandor angélico, y viene a los hombres como ángel de luz. Hace que el alma culpable vea las cosas de una manera pervertida, de modo que odia lo que debería amar, y ama lo que debería odiar y despreciar. Dios es tan mal representado para él que no se preocupa de retener al Padre verdadero y viviente en su conocimiento, sino que se vuelve a la adoración de dioses falsos. No sabe que el amor de Dios no tiene paralelo, y sin embargo Cristo ha revelado ese amor a un mundo caído. Juan exhorta al mundo a contemplar el maravilloso amor de Dios, diciendo: 'Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por eso el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él'". RH 9 de Marzo de 1897, par. 10 ( Referencias del Inglés)
Al venir a morar con nosotros, Jesús iba a revelar a Dios tanto a los hombres como a los ángeles. El era la Palabra de Dios: el pensamiento de Dios hecho audible. En su oración por sus discípulos, dice: "Yo les he manifestado tu nombre"—"misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad,"—"para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos." Pero no sólo para sus hijos nacidos en la tierra fué dada esta revelación. Nuestro pequeño mundo es un libro de texto para el universo. El maravilloso y misericordioso propósito de Dios, el misterio del amor redentor, es el tema en el cual "desean mirar los ángeles," y será su estudio a través de los siglos sin fin. Tanto los redimidos como los seres que nunca cayeron hallarán en la cruz de Cristo su ciencia y su canción. Se verá que la gloria que resplandece en el rostro de Jesús es la gloria del amor abnegado. A la luz del Calvario, se verá que la ley del renunciamiento por amor es la ley de la vida para la tierra y el cielo; que el amor que "no busca lo suyo" tiene su fuente en el corazón de Dios; y que en el Manso y Humilde se manifiesta el carácter de Aquel que mora en la luz inaccesible al hombre.
Al principio, Dios se revelaba en todas las obras de la creación. Fué Cristo quien extendió los cielos y echó los cimientos de la tierra. Fué su mano la que colgó los mundos en el espacio, y modeló las flores del campo. El "asienta las montañas con su fortaleza," "suyo es el mar, pues que él lo hizo."2 Fué él quien llenó la tierra de hermosura y el aire con cantos. Y sobre todas las cosas de la tierra, del aire y el cielo, escribió el mensaje del amor del Padre. DTG 11.2 - DTG 11.3