La zarza ardiente

Lección 2, 3er Trimestre, 5-11 de julio de 2025

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Sábado por la tarde, 5 Julio

Para Memorizar:

“El Señor le dijo: “He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, he oído el clamor que les arrancan sus opresores, pues conozco sus angustias. Y he descendido a librarlos de mano de los egipcios, y a sacarlos de este país para llevarlos a una tierra buena y espaciosa, que mana leche y miel”” - Éxodo 3: 7, 8


Debe recordarse que no somos los primeros o el único pueblo que ha tenido que cambiar su manera de pensar; no somos los primeros en descubrir que los planes de Dios son opuestos a nuestros planes. Moisés también encontró que su plan para libertar a los hijos de Israel de la esclavitud de los egipcios no era el plan de Dios. De igual manera el plan de Dios para la ruta que habían de tomar en su viaje a la tierra prometida no fue el plan de ellos. Los apóstoles creyeron positivamente que Cristo había de establecer su reino en su primer advenimiento, pero ellos también se vieron obligados a cambiar su creencia. Además, puesto que los hebreos esclavos de los cuales Dios había hecho reyes, tenían la promesa de que su reino había de quedar para siempre, verdaderamente estuvieron muy atónitos cuando éste fue derribado. Y han habido otras sorpresas desde el amanecer de la historia.

Los pioneros de la Denominación Adventista del Séptimo Día esperaban que el Señor vendría tan pronto como 144,000 conversos se unieran a la iglesia, y esperaban vivir para verlo. Sin embargo, la membresía de la iglesia ya cuenta varias veces el número 144,000, y los pioneros están muertos y el Señor aún no ha venido. Por eso la pregunta no es si queremos cambiar nuestra forma de pensar o no, sino que tenemos que hacerlo.

Domingo, 6 Julio

La zarza ardiente


Lee Éxodo 3: 1 al 6. ¿Qué significa el hecho de que el Señor se presentó a Moisés como “Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob”?

“A medida que pasaban los años y erraba con sus rebaños por lugares solitarios, meditando acerca de la condición oprimida en que vivía su pueblo, Moisés repasaba el trato de Dios hacia sus padres, las promesas que eran la herencia de la nación elegida, y sus oraciones en favor de Israel ascendían día y noche. Los ángeles celestiales derramaban su luz en su derredor. Allí, bajo la inspiración del Espíritu Santo, escribió el libro de Génesis. Los largos años que pasó en medio de las soledades del desierto fueron ricos en bendiciones, no solo para Moisés y su pueblo, sino también para el mundo de todas las edades subsiguientes.” PP 227.11

“Un día, mientras apacentaba sus rebaños cerca de Horeb, “monte de Dios”, Moisés vio arder una zarza; sus ramas, su follaje, su tallo, todo ardía, y sin embargo, no parecía consumirse. Se aproximó para ver esa maravillosa escena, cuando una voz procedente de las llamas le llamó por su nombre. Con labios temblorosos contestó: “Heme aquí”. Se le amonestó a no acercarse irreverentemente: “quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. [...] Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Era el que, como Ángel del pacto, se había revelado a los padres en épocas pasadas. “Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios”. PP 227.3

“La humildad y la reverencia deben caracterizar el comportamiento de todos los que se acercan a la presencia de Dios. En el nombre de Jesús podemos acercarnos a él con confianza, pero no debemos hacerlo con la osadía de la presunción, como si el Señor estuviera al mismo nivel que nosotros. Algunos se dirigen al Dios grande, todopoderoso y santo, que habita en luz inaccesible, como si se dirigieran a un igual o a un inferior. Hay quienes se comportan en la casa de Dios como no se atreverían a hacerlo en la sala de audiencias de un soberano terrenal. Estas personas deben recordar que están ante la vista de Aquel a quien los serafines adoran, y ante quien los ángeles cubren su rostro. A Dios se le debe reverenciar grandemente; todo el que verdaderamente reconozca su presencia se inclinará humildemente ante él, y como Jacob cuando contempló la visión de Dios, exclamará: “¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo”. Génesis 28:17. PP 228.1

Lunes, 7 Julio

El ángel del Señor


Lee Éxodo 3: 7 al 12. ¿Cómo explicó Dios a Moisés por qué quería intervenir en favor de los hebreos esclavizados en Egipto?

“Era el que, como Ángel del pacto, se había revelado a los padres en épocas pasadas. “Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios”. PP 227.3

““Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto. Los hijos de Israel, que gemían a causa de la servidumbre, clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos desde lo profundo de su servidumbre. Dios oyó el gemido de ellos y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y conoció su condición”. La época de la liberación de Israel había llegado. Pero el propósito de Dios había de cumplirse de tal manera que mostrara la insignificancia del orgullo humano. El libertador había de ir adelante como humilde pastor con nada más que una vara en la mano; pero Dios haría de esa vara el símbolo de su poder.” PP 227.2

“Mientras Moisés esperaba ante Dios con reverente temor, las palabras continuaron: “Dijo luego Jehová: “Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus angustias. Por eso he descendido para librarlos de manos de los egipcios y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel [...]. El clamor, pues, de los hijos de Israel ha llegado ante mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Ven, por tanto, ahora, y te enviaré al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel””. PP 228.2

“Sorprendido y asustado por este mandato, Moisés retrocedió y dijo: “¿Quién soy yo, para que vaya al faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” La respuesta fué: “Yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte”. PP 228.3

Martes, 8 Julio

El nombre del Señor


Lee Éxodo 3: 13 al 22. ¿Por qué quería Moisés conocer el nombre de Dios y qué significa su pedido?

“Moisés pensó en las dificultades que habría de encontrar, en la ceguera, la ignorancia y la incredulidad de su pueblo, entre el cual muchos casi no conocían a Dios. Dijo: “Si voy a los hijos de Israel y les digo: “Jehová, el Dios de vuestros padres, me ha enviado a vosotros”, me preguntarán: “¿Cuál es su nombre?”. Entonces “¿qué les responderé?” La respuesta fué: “YO SOY EL QUE SOY”. “Así dirás a los hijos de Israel: “YO SOY me ha enviado a vosotros””. PP 228.4

Si el nombre propio de Dios es Jehová, entonces ¿Sus criaturas nos atrevemos a dirigirnos a El, de una forma comúnmente irrespetuosa, llamándole por su nombre propio, en vez de usar uno de Sus títulos, Dios, Señor, Padre, Creador, Salvador; etc. Cuando ni pensaríamos concedernos nosotros mismos la más mínima familiaridad de irrespeto, para dirigirnos a nuestros padres terrenales con sus nombres propios - Juan, Jorge, Guillermo, Dorotea, Ruth, María, etc. - en vez de sus títulos paternales, Papá, Mamá?. Tal irreverencia, practicada por los paganos, podría ser excusada; pero practicada por cristianos educados,quienes deberíamos saber mejor, es inexcusable. Podemos usar la palabra, Jehová, con reverencia, sólo si un inconverso nos preguntase, ¿Quién es tu Dios?. Entonces, con solemne propiedad, podríamos responder, Jehová, el Único Dios vivo y verdadero. Aunque, podamos reverentemente dirigirnos a Dios, nunca usemos Su Nombre propio.

Como los antiguos judíos tuvieron temor de Dios, respetaron “su Divino Nombre y su sagrada pronunciación”, así también los cristianos de hoy en día deberíamos instruirnos.

No obstante, el nombre Hebreo más antiguo y venerado; no fue sólo nunca pronunciado comúnmente; sino que fue deletreado, en forma abreviada, de tal manera, que no pudiese ser pronunciado; tal es el caso, que su pronunciación original es desconocida. Todo lo que sabemos, en realidad es, la forma consonante, YHWH, YVB, O YHV.

Esta forma abreviada del Nombre, se les hizo a los traductores difícil de deletrear, como una palabra pronunciable. Por lo tanto, ellos decidieron añadir lo que creyeron que eran las vocales faltantes. El primer término silábico, en el cual hubo un acuerdo general fue, Jah. Otros derivados fueron suministrados por los diferentes traductores. Yahveh, Yahowah, o Yahovah fueron formulados para ajustarlos a ciertos idiomas. La forma inglesa envolvió como Jehovah. Por eso, cualquiera de las letras improvisadas que vaya a realizar el Nombre inefable, ¡puede no ser en realidad la palabra Hebrea después de todo! (Véase Funk & Wagnall Standard Dictionary, definición "Jehová")

Miércoles, 9 Julio

Cuatro Excusas


Lee Éxodo 4: 1 al 17. ¿Qué señales permitió Dios que Moisés realizara para reforzar así la posición de este como su mensajero?

“Moisés veía ante sí mismo dificultades que le parecían insalvables. ¿Qué prueba podría dar a su pueblo de que realmente iba como enviado de Dios? “Ellos no me creerán, ni oirán mi voz, pues dirán: “No se te ha aparecido Jehová””. Entonces Dios le dio una evidencia que apelaba a sus propios sentidos. Le dijo que arrojara su vara al suelo. Al hacerlo, “se convirtió en una culebra” (véase el Apéndice, nota 3), “y Moisés huía de ella”. Dios le ordenó que la tomara, y en su mano “volvió a ser vara”. Le mandó que pusiera su mano en su seno. Obedeció y “vio que su mano estaba leprosa como la nieve”. Cuando le dijo que volviera a ponerla en su seno, al sacarla encontró que se había vuelto de nuevo como la otra. Mediante estas señales, el Señor aseguró a Moisés que su propio pueblo, así como también el faraón, se convencerían de que Uno más poderoso que el rey de Egipto se manifestaba entre ellos.” PP 229.3

Lee Éxodo 4: 10 al 18. ¿Cómo responde el Señor a Moisés y qué lecciones podemos extraer de ello para nuestra propia vida, cuando sentimos que Dios nos llama a realizar una tarea?

“Pero el siervo de Dios todavía estaba anonadado por la obra extraña y maravillosa que se le pedía que hiciera. Acongojado y temeroso, alegó como excusa su falta de elocuencia. Dijo: “¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni desde que tú hablas con tu siervo, porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”. Había estado tanto tiempo alejado de los egipcios que ya no tenía un conocimiento claro de su idioma ni lo usaba con soltura como cuando estaba entre ellos. PP 229.4

El Señor le dijo: “¿Quién dio la boca al hombre? ¿No soy yo Jehová?” Y se le volvió a asegurar la ayuda divina: “Ahora, pues, ve, que yo estaré en tu boca, y te enseñaré lo que has de hablar”. PP 230.1

Pero Moisés insistió en que se escogiera a una persona más competente. Estas excusas procedían al principio de su humildad y timidez; pero una vez que el Señor le hubo prometido quitar todas las dificultades y darle éxito, toda evasiva o queja referente a su falta de preparación demostraba falta de confianza en Dios. Entrañaba un temor de que Dios no tuviera capacidad para prepararlo para la gran obra a la cual lo había llamado, o que había cometido un error en la selección del hombre.” PP 230.2

“Dios le indicó a Moisés que se uniera a su hermano mayor, Aarón, quien, debido a que había estado usando diariamente la lengua egipcia, podía hablarla perfectamente. Se le dijo que Aarón vendría a su encuentro. Las siguientes palabras del Señor fueron una orden perentoria: “Tú le hablarás y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que habéis de hacer. Él hablará por ti al pueblo; será como tu boca, y tú ocuparás para él el lugar de Dios. Y tomarás en tu mano esta vara, con la cual harás las señales”. Moisés no pudo oponerse más; pues todo fundamento para las excusas había desaparecido.” PP 230.3

Jueves, 10 Julio

La circuncisión


Lee Éxodo 4: 18 al 31. ¿Cómo entendemos esta extraña historia y qué lección podemos extraer de ella?

Durante esos cuarenta años de su vida como pastor, él olvidó el idioma de los egipcios, y con ello, el conocimiento y ciencia de los egipcios. Sin em- bargo, en lugar de ello, aprendió a cuidar bien a las ovejas. Por lo tanto, desechó de su mente la idea de liberar al pueblo de Dios de la esclavitud egipcia. Entonces fue cuando Dios lo vio fuerte y bien capacitado y le mandó regresar a Egipto y sacar a su pueblo acongojado. Recordarán como Moisés protestó en contra de la idea y argumentó que había fracasado en su primer intento, en el tiempo cuando era joven y bien instruido y que a aquella hora tardía de su vida él no quiso intentarlo de nuevo porque ya no podía hablar más el idioma. Después de una conversación prolongada Dios eliminó estas objeciones prometiéndole darle a su hermano Aarón, para ser su portavoz, y Moisés finalmente consintió en regresar a Egipto.

“Mientras se alejaba de Madián, Moisés tuvo una terrible y sorprendente manifestación del desagrado del Señor. Se le apareció un ángel en forma amenazadora, como si fuera a destruirlo inmediatamente. No le dio ninguna explicación; pero Moisés recordó que había desdeñado uno de los requerimientos de Dios, y cediendo a la persuasión de su esposa, había dejado de cumplir el rito de la circuncisión en su hijo menor. No había cumplido con la condición que podía dar a su hijo el derecho a recibir las bendiciones del pacto de Dios con Israel, y tal descuido de parte del jefe elegido no podía menos que menoscabar ante el pueblo la fuerza de los preceptos divinos. Séfora, temiendo que su esposo moriría, realizó ella misma el rito, y entonces el ángel permitió a Moisés continuar la marcha. En su misión ante el faraón, Moisés iba a exponerse ante un gran peligro; su vida podría conservarse únicamente mediante la protección de los santos ángeles. Pero no estaría seguro mientras tuviera un deber conocido sin cumplir, pues los ángeles de Dios no podrían protegerlo.” PP 231.3

“En el tiempo de la angustia que vendrá inmediatamente antes de la venida de Cristo, los justos serán resguardados por el ministerio de los santos ángeles; pero no habrá seguridad para el transgresor de la ley de Dios. Los ángeles no podrán entonces proteger a los que estén menospreciando uno de los preceptos divinos.” PP 231.4

Viernes, 11 Julio

Para estudiar y meditar

“El mandato divino halló a Moisés sin confianza en sí mismo, tardo para hablar y tímido. Estaba abrumado con el sentimiento de su incapacidad para ser el portavoz de Dios ante Israel. Pero una vez aceptada la tarea, la emprendió de todo corazón, poniendo toda su confianza en el Señor. La grandeza de su misión exigía que ejercitara las mejores facultades de su mente. Dios bendijo su pronta obediencia, y llegó a ser elocuente, confiado, sereno y apto para la mayor obra jamás dada a hombre alguno. Este es un ejemplo de lo que hace Dios para fortalecer el carácter de los que confían plenamente en él, y sin reserva alguna cumplen sus mandatos.” PP 230.4

“El hombre obtiene poder y eficiencia cuando acepta las responsabilidades que Dios deposita en él, y procura con toda su alma la manera de capacitarse para cumplirlas bien. Por humilde que sea su posición o por limitada que sea su habilidad, el tal logrará verdadera grandeza si, confiando en la fortaleza divina, procura realizar su obra con fidelidad. Si Moisés hubiera dependido de su propia fuerza y sabiduría, y se hubiera mostrado deseoso de aceptar el gran encargo, habría revelado su entera ineptitud para tal obra. El hecho de que un hombre comprenda sus debilidades prueba por lo menos que reconoce la magnitud de la obra que se le asignó y que hará de Dios su consejero y fortaleza.” PP 230.5