“Los israelitas, gimiendo a causa de la servidumbre, clamaron, y su clamor subió hasta Dios con motivo de su servidumbre. Dios oyó su gemido, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los israelitas y reconoció su condición.” Éxodo 2: 23-25.
“Para proveerse de alimentos durante el tiempo de hambre, el pueblo egipcio había vendido a la corona su ganado y sus tierras, y finalmente se habían comprometido a una esclavitud perpetua. Pero José proveyó sabiamente para su liberación; les permitió que fueran arrendatarios del rey, quien seguía conservando las tierras y a quien le pagaban un tributo anual de un quinto de los productos de su trabajo. PP 219.1
“Pero los hijos de Jacob no necesitaban someterse a semejantes condiciones. A causa de los servicios que José había prestado a la nación egipcia, no solamente se les otorgó una parte del país para que moraran allí, sino que fueron exonerados del pago de impuestos, y se les proveyó liberalmente de los alimentos necesarios mientras duró el hambre. El rey reconoció públicamente que gracias a la misericordiosa intervención del Dios de José, Egipto gozaba de abundancia mientras otras naciones estaban pereciendo de hambre. Vio también que la administración de José había enriquecido grandemente el reino, y su gratitud rodeó a la familia de Jacob con el favor real.” PP 219.2
Lee Éxodo 1: 1 al 7. ¿Qué verdad crucial se expresa aquí?
“Pero con el correr del tiempo, el gran hombre a quien Egipto debía tanto, y la generación bendecida por su obra, descendieron al sepulcro. Y “se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José”. Véase Éxodo 1-4. Este rey no desconocía los servicios prestados por José a la nación; pero no quiso reconocerlos, y hasta donde le fue posible, trató de enterrarlos en el olvido. “Mirad, el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y fuerte que nosotros. Ahora, pues, seamos sabios para con él, para que no se multiplique y acontezca que, en caso de guerra, él también se una a nuestros enemigos para pelear contra nosotros, y se vaya de esta tierra”.” PP 220.1
Lee Éxodo 1: 8 al 11. ¿Cuál era la situación de los israelitas en el momento del Éxodo?
“Los israelitas se habían hecho ya muy numerosos. “Fructificaron y se multiplicaron, llegaron a ser numerosos y fuertes en extremo, y se llenó de ellos la tierra”. Gracias al cuidado protector de José y al favor del rey que gobernaba en aquel entonces, se habían diseminado rápidamente por el país. Pero se habían mantenido como una raza distinta, sin tener nada en común con los egipcios en sus costumbres o en su religión; y su creciente número provocaba el recelo del rey y su pueblo, pues temían que en caso de guerra se unieran con los enemigos de Egipto. Sin embargo, las leyes prohibían que fueran expulsados del país. Muchos de ellos eran obreros capacitados y entendidos, y contribuían grandemente a la riqueza de la nación; el rey los necesitaba para la construcción de sus magníficos palacios y templos. Por lo tanto, los equiparó con los egipcios que se habían vendido con sus posesiones al reino. Poco después puso sobre ellos “comisarios de tributos” y completó su esclavitud. “Los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vida con dura servidumbre en la fabricación de barro y ladrillo, en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor”. “Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían”.” PP 220.2
¿Cuál fue la clave del asombroso éxito de José en Egipto tras un comienzo tan difícil? (Lee Gén. 37: 26–28; 39: 2, 21).
De nuevo, años antes de que Israel saliera de Egipto, Dios en su providencia (Génesis 45:5) influyó en Jacob a hacer una túnica de diversos colores para su hijo menor, José. Esta parcialidad aparente, junto con el sueño de José y la interpretación de ella de su padre (Génesis 37:10), provocó a sus hermanos celosos a venderle como esclavo, para ser llevado a Egipto y así impedir que él los superara en influencia o posición. Pero allí en Egipto el Señor en Su propio tiempo lo levantó al segundo trono del reino, luego trajo los años de abundancia, también los años de hambre, como medio para mover el entero hogar de Jacob a Egipto.
En su intento desesperado para deshacerse de José, para evitar que fueran gobernados por él, sus hermanos sólo lograron (agitando el potencial siempre alerta de Providencia) exaltarlo al trono administrativo de Egipto, y llevarse a sí mismos a humillarse a sus pies. Aquí hay evidencia notable que el que intenta frustrar los propósitos de Dios logra solamente derrotar su propio propósito y promover los de Dios.
Las tribulaciones que le llegaron a José en su vida fueron para su bien y lo prepararon para llegar a ser un intérprete de sueños, un rey e indudablemente el más grande economista que el mundo haya visto. Dios había observado que José hizo todo como si fuera propio de él y, además, era sensible al hecho que Dios era su Maestro y que no podía esconder nada de Él. Fue esta convicción la que hizo que José comprendiera que sin importar lo que los hombres le hicieran o dijeran de él, Dios solamente estaba a cargo de su vida. Por lo tanto en la prosperidad y en la fama José mantuvo su lealtad e integridad y en la adversidad José no perdió su tiempo atribuyéndole a otros la causa de sus problemas. En lugar de eso, él empezó a comportarse de una forma que lo recomendaría aún para la realeza, porque no es probable que los Ismaelitas hubieran podido venderlo a Potifar sino hubiera sido una persona superior.
“Mas el Señor estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio. Y vio su amo que el Señor estaba con él y que todo lo que hacía, el Señor lo hacía prosperar en su mano. Así halló José gracia a vista suya y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía... Y era José de hermoso semblante y bella presencia" Gén. 39:2-4, 6. Pero nuevamente fue su porción la que sufrió reveses sobre los cuales no tenía ningún control y terminó en la cárcel donde su excelente personalidad y fidelidad una vez más le ganaron su libertad y, además, fue promovido a la posición más alta de la tierra.
Lee Éxodo 1: 9 al 21. ¿Qué papel clave desempeñaron las parteras fieles y por qué su actuación quedó registrada para la posteridad?
“El rey y sus consejeros habían esperado someter a los israelitas mediante arduos trabajos, y de esa manera disminuir su número y sofocar su espíritu independiente. Al fracasar en el logro de sus propósitos, usaron medidas mucho más crueles. Se ordenó a las mujeres cuya profesión les daba la oportunidad de hacerlo, que dieran muerte a los niños varones hebreos en el momento de nacer. Satanás fue el instigador de este plan. Sabía que entre los israelitas se levantaría un libertador; y al inducir al rey a destruir a los niños varones, esperaba derrotar el propósito divino. Pero esas mujeres temían a Dios, y no osaron cumplir tan cruel mandato. El Señor aprobó su conducta, y las hizo prosperar. El rey, disgustado por el fracaso de su propósito, dio a la orden un carácter más urgente y general. Pidió a toda la nación que buscara y diera muerte a sus víctimas desamparadas. “Entonces el faraón dio a todo su pueblo esta orden: “Echad al río a todo hijo que nazca, y preservad la vida a toda hija”.” PP 220.3
“Mas las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que reservaban la vida a los niños”. Exodo 1:17. Aquí tenemos un buen símbolo, y digamos, Amén por los maestros. “Temieron a Dios”. Le instamos a que envíe sus niños a la escuela de la denominación, porque es el mejor lugar para ellos. “Una de las cuales se llamaba Sifra, y la otra Fúa”. Exodo 1:15. El significado de los nombres: “Belleza” y “Esplendor”, verdaderamente lo son. Sería imposible que dos parteras atendieran la gran multitud de mujeres, pero el hecho es, que eran solamente dos.
Faraón mandó a todo su pueblo, diciendo: Echad en el río todo hijo que naciere, y a toda hija reservad la vida”. Exodo 1:20, 22. El principal objeto del plan de Faraón no era reducir el número del pueblo. Si este hubiese sido el propósito, hubiesen matado a las hembras, porque en esos días practicaban la poligamia. Si él hubiera dado la orden de echar a las hembras al río, y de preservar a los varones, podría haber cumplido su propósito, y también aumentado sus esclavos porque eran los hombres quienes producían los ladrillos. Leemos en Patriarcas y Profetas, página 247:”Satanás fue el instigador de este plan. Sabía que entre los Israelitas había de levantarse un libertador; y al inducir al rey a destruir los niños varones, esperaba derrotar el propósito divino”.
Lee Éxodo 2: 1 al 10. ¿Qué papel desempeñaron la providencia y la protección de Dios en la historia del nacimiento de Moisés?
“Mientras este decreto estaba en vigencia, les nació un hijo a Amrán y Jocabed, israelitas devotos de la tribu de Leví. El niño era hermoso, y los padres, creyendo que el tiempo de la liberación de Israel se acercaba y que Dios iba a suscitar un libertador para su pueblo, decidieron que el niño no iba a ser sacrificado. La fe en Dios fortaleció sus corazones, y “no temieron el mandamiento del rey”.” PP 221.1
“La madre logró ocultar al niño durante tres meses. Entonces viendo que ya no podía esconderlo con seguridad, preparó una arquilla de juncos, la impermeabilizó con brea y asfalto, y colocó al niño en ella y la depositó en un carrizal de la orilla del río. No se atrevió a permanecer allí para cuidarla ella misma, por temor a que se perdiera tanto la vida del niño como la suya, pero María, la hermana del niño, quedó allí cerca, aparentando indiferencia, pero vigilando ansiosamente para ver qué sería de su hermanito. Y había otros observadores. Las fervorosas oraciones de la madre habían confiado a su hijo al cuidado de Dios e invisibles ángeles vigilaban la humilde cuna. Ellos dirigieron a la hija del faraón hacia aquel sitio. La arquilla llamó su atención, y cuando vió al hermoso niño una sola mirada le bastó para leer su historia. Las lágrimas del pequeño despertaron su compasión, y se conmovió al pensar en la desconocida madre que había apelado a este medio para preservar la vida de su precioso hijo. Decidió salvarlo y adoptarlo como hijo suyo.” PP 221.2
“María había estado observando secretamente todos los movimientos; así que viendo que trataban al niño tiernamente, se aventuró a acercarse y por último preguntó a la princesa: “¿Iré a llamarte un ama de las hebreas, para que te críe este niño?” Se le autorizó a que lo hiciera.” PP 221.3
“La hermana se apresuró a llevar a su madre la feliz noticia, y sin tardanza se presentó con ella ante la hija del faraón. “Llevate este niño y críamelo; yo te lo pagaré”, dijo la princesa.” PP 221.4
“Dios había oído las oraciones de la madre; su fe fue premiada. Con profunda gratitud emprendió su tarea, que ahora no entrañaba peligro. Aprovechó fielmente la oportunidad de educar a su hijo para Dios. Estaba segura de que había sido preservado para una gran obra, y sabía que pronto debería entregarlo a su madre adoptiva, y se vería rodeado de influencias que tenderían a apartarlo de Dios. Todo esto la hizo más diligente y cuidadosa en su instrucción que en la de sus otros hijos. Trató de inculcarle la reverencia a Dios y el amor a la verdad y a la justicia, y oró fervorosamente que fuera preservado de toda influencia corruptora. Le mostró la insensatez y el pecado de la idolatría, y desde muy temprana edad lo enseñó a postrarse y orar al Dios viviente, el único que podía oírlo y ayudarlo en cualquier emergencia. PP 221.5
Lee Éxodo 2: 11 al 25. ¿Qué eventos sucedieron precipitadamente y cambiaron por completo el rumbo de la vida de Moisés? ¿Qué lecciones podemos aprender de esta historia?
Educado en las cortes de Faraón, él recibió la más alta educación que el mundo entonces ofrecía. Y habiendo entendido que él era el que iba a libertar a sus hermanos de la esclavitud Egipcia, se sintió muy capaz para el trabajo.Recordarán la historia de como él empezó a libertarlos aunque todavía no se le había dicho que lo hiciera. Mató a un egipcio, cayó en una disputa con uno de los hebreos y luego huyó por su vida. Así fue que en Madián obtuvo un trabajo, llegó a ser pastor y se casó con la hija de su empleador. Durante esos cuarenta años de su vida como pastor, él olvidó el idioma de los egipcios, y con ello, el conocimiento y ciencia de los egipcios. Sin em- bargo, en lugar de ello, aprendió a cuidar bien a las ovejas. Por lo tanto, desechó de su mente la idea de liberar al pueblo de Dios de la esclavitud egipcia. Entonces fue cuando Dios lo vio fuerte y bien capacitado y le mandó regresar a Egipto y sacar a su pueblo acongojado.
“Al dar muerte al egipcio, Moisés había caído en el mismo error que cometieron muchas veces sus antepasados; es decir, había intentado realizar por sí mismo lo que Dios había prometido hacer. Dios no se proponía libertar a su pueblo mediante la guerra, como pensó Moisés, sino por medio de su gran poder, para que la gloria fuera atribuida únicamente a él. No obstante, aun de este acto apresurado se valió el Señor para cumplir sus propósitos. Moisés no estaba preparado para su gran obra. Aun tenía que aprender la misma lección de fe que se les había enseñado a Abraham y a Jacob, es decir, a no depender, para el cumplimiento de las promesas de Dios, de la fuerza y sabiduría humanas, sino del poder divino. Había otras lecciones que Moisés había de recibir en medio de la soledad de las montañas. En la escuela de la abnegación y las durezas había de aprender a ser paciente y a controlar sus pasiones. Antes de poder gobernar sabiamente, debía ser educado en la obediencia. Antes de poder enseñar el conocimiento de la divina voluntad a Israel, su propio corazón debía estar en plena armonía con Dios. Mediante su propia experiencia tenía que prepararse para ejercer un cuidado paternal sobre todos los que necesitarían su ayuda.” PP 225.3
“El ser humano se habría evitado ese largo período de trabajo y oscuridad, por considerarlo como una gran pérdida de tiempo. Pero la Sabiduría infinita determinó que el que había de ser el caudillo de su pueblo debía pasar cuarenta años haciendo el humilde trabajo de pastor. Así desarrolló hábitos de cuidado atento, olvido de sí mismo y tierna solicitud por su rebaño, que lo prepararon para ser el compasivo y paciente pastor de Israel. Ninguna ventaja que la educación o la cultura humanas pudiesen otorgar, podría haber sustituido a esta experiencia.” PP 225.4
“En la corte del faraón, Moisés recibió la más alta educación civil y militar. El monarca había decidido hacer de su nieto adoptivo el sucesor del trono, y el joven fue educado para esa alta posición. “Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras”. Hechos 7:22. Su capacidad como caudillo militar lo convirtió en el favorito del ejército egipcio, y la mayoría lo consideraba como un personaje notable. Satanás había sido derrotado en sus propósitos. El mismo decreto que condenaba a muerte a los niños hebreos había sido usado por Dios para educar y adiestrar al futuro caudillo de su pueblo.” PP 223.1
“A los ancianos de Israel les comunicaron los ángeles que la época de su liberación se acercaba, y que Moisés era el hombre que Dios emplearía para realizar esta obra. Los ángeles también instruyeron a Moisés, diciéndole que Jehová lo había elegido para poner fin a la servidumbre de su pueblo. Suponiendo Moisés que los hebreos habían de obtener su libertad mediante la fuerza de las armas, esperaba dirigir los ejércitos hebreos contra los ejércitos egipcios, y teniendo esto en cuenta, fue cuidadoso con sus afectos, para evitar que por apego a su madre adoptiva o al faraón no se sintiera libre para hacer la voluntad de Dios.” PP 223.2
“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija del faraón, prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios, antes que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de los egipcios, porque tenía puesta la mirada en la recompensa”. Hebreos 11:24-26. Moisés estaba capacitado para destacarse entre los grandes de la tierra, para brillar en las cortes del reino más glorioso, y para empuñar el cetro de su poder. Su grandeza intelectual lo distingue entre los grandes de todas las edades, y no tiene par como historiador, poeta, filósofo, general y legislador. Con el mundo a su alcance, tuvo fuerza moral para rehusar las halagüeñas perspectivas de riqueza, grandeza y fama, “prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios, antes que gozar de los deleites temporales del pecado”. PP 223.4