Bienaventurados los que Creen

Lección 7, 4° Trimestre, del 9 al 15 de Noviembre del 2024.

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Sábado por la tarde, 9 de Noviembre

Texto para memorizar:

Jesús le dijo: —¿Porque me has visto, has creído? ¡Bienaventurados los que no ven y creen! RVa — Juan 20:29


El centurión que deseaba que Cristo fuera y sanara a su siervo se sentía indigno de que Jesús entrara bajo su techo; su fe en el poder de Cristo era tan fuerte que creía que bastaría con pedirle tan sólo una palabra para que el milagro fuera obrado. "Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que le seguían: 'De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes'. Entonces Jesús dijo al centurión: 'Ve, y como creíste, te sea hecho'. Y su criado fue sanado en aquella misma hora". Mateo 8:10-13.

Jesús alabó la fe en contraste con la duda. Mostró que los hijos de Israel tropezarían a causa de su incredulidad, la cual los llevaría a rechazar la gran luz y acabaría con su condenación y rechazo. Tomás declaró que no creería sin haber puesto antes su dedo en las llagas de las manos del Señor e introducir la mano en su costado. Cristo le dio las pruebas que deseaba y luego reprendió su incredulidad: "Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron". Juan 20:29.

En este tiempo de tinieblas y error, los hombres que profesan ser seguidores de Cristo parecen pensar que tienen la libertad de recibir o rechazar a los siervos del Señor según su deseo y conveniencia sin que por ello sean considerados responsables de sus acciones. La incredulidad y la oscuridad los dominan. Sus sentidos están adormecidos por la incredulidad. Violan sus conciencias y se vuelven infieles a sus convicciones, a la vez que su fuerza moral se debilita. Ven a los demás en la misma luz que ellos están. 4TPI 230.1 - 4TPI 231.1

Domingo, 10 de Noviembre

Remontándonos a Abraham


¿Por qué fue tan importante el testimonio de Abraham que se incluyó en el evangelio de Juan? (Gn. 12:3, Gn. 18:16-18, Gn. 26:4, Mt. 1:1, Hch. 3:25.)

Jesús continuó, poniendo de manifiesto un pronunciado contraste entre la actitud de los judíos y la de Abrahán: "Abraham vuestro padre se gozó por ver mi día; y lo vió, y se gozó."

Abrahán había deseado mucho ver al Salvador prometido. Elevó la más ferviente oración porque antes de su muerte pudiera contemplar al Mesías. Y vió a Cristo. Se le dió una comunicación sobrenatural, y reconoció el carácter divino de Cristo. Vió su día, y se gozó. Se le dió una visión del sacrificio divino por el pecado. Tuvo una ilustración de ese sacrificio en su propia vida. Recibió la orden: "Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, ... y ofrécelo ... en holocausto."12 Sobre el altar del sacrificio, colocó al hijo de la promesa, el hijo en el cual se concentraban sus esperanzas. Entonces, mientras aguardaba junto al altar con el cuchillo levantado para obedecer a Dios, oyó una voz del cielo que le dijo: "No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; que ya conozco que temes a Dios, pues que no me rehusaste tu hijo, tu único."13 Se le impuso esta terrible prueba a Abrahán para que pudiera ver el día de Cristo y comprender el gran amor de Dios hacia el mundo, tan grande que para levantarlo de la degradación dió a su Hijo unigénito para que sufriera la muerte más ignominiosa.

Abrahán aprendió de Dios la mayor lección que haya sido dada a los mortales. Su oración porque pudiera ver a Cristo antes de morir fué contestada. Vió a Cristo; vió todo lo que el mortal puede ver y vivir. Mediante una entrega completa, pudo comprender esa visión referente a Cristo. Se le mostró que al dar a su Hijo unigénito para salvar a los pecadores de la ruina eterna, Dios hacía un sacrificio mayor y más asombroso que el que jamás pudiera hacer el hombre. DTG 434.1 - DTG 434.3

Por su propio sufrimiento, Abrahán fué capacitado para contemplar la misión de sacrificio del Salvador. Pero los hijos de Israel no podían entender lo que era tan desagradable para su corazón orgulloso. Las palabras de Cristo concernientes a Abrahán no tuvieron para sus oyentes ningún significado profundo. Los fariseos vieron en ellas sólo un nuevo motivo para cavilar. Contestaron con desprecio, como si probaran que Jesús debía ser un loco: "Aun no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?"

Con solemne dignidad Jesús respondió: "De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, YO SOY." DTG 435.2 - DTG 435.3

Lunes, 11 de Noviembre

El Testimonio de Maria


¿Cuál fue el significado de las acciones de María aquí? ¿En qué sentido fue un testimonio de quién era Jesús en realidad? (Véase Juan 12:1-3.)

"Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo, muy costoso, y ungió los pies de Jesús, y secó sus pies con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del ungüento". María había guardado durante mucho tiempo este ungüento; parecía que no había ocasión propicia para usarlo. Pero Jesús le había perdonado sus pecados, y ella estaba llena de amor y gratitud hacia Él. La paz de Dios la invadía, su corazón estaba lleno de alegría y deseaba hacer algo por su Salvador. Decidió ungirlo con su ungüento. Pensó que el ungüento era suyo, para usarlo a su antojo, y así fue en cierto sentido. Pero si no hubiera sido primero de Cristo, no podría haber sido de ella. RH 7 de Agosto de 1900, par. 2

Tratando de evitar ser observada, María ungió la cabeza y los pies de Cristo con el precioso ungüento, y enjugó sus pies con sus largos cabellos. Pero al romper la caja, el olor del ungüento llenó la habitación y dio a conocer su acto a todos los presentes. "Entonces dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote, hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no se vendió este ungüento por trescientos denarios y se dio a los pobres? Judas contempló el acto de María con gran disgusto. En vez de esperar a oír lo que Cristo diría del asunto, comenzó a murmurar sus quejas a los que estaban cerca de él, lanzando reproches a Cristo por sufrir semejante despilfarro. "¿Por qué no se vendió este ungüento y se dio el producto a los pobres? Astutamente hacía sugerencias que probablemente despertarían desafecto en las mentes de los presentes, haciendo que otros murmuraran también..." RH 7 de Agosto de 1900, par. 3

"María oyó las palabras de crítica y sintió las miradas bajas dirigidas hacia ella. Su corazón se estremeció. Temía que su hermana le reprochara su extravagancia. También el señor podría pensar que era una imprudente. Sin disculparse ni excusarse, estaba a punto de retirarse, pero se oyó la voz de su Señor: "Dejadla en paz; ¿por qué la molestáis?". Vio que estaba avergonzada y afligida. Él sabía que en el acto de servicio que acababa de realizar, ella había expresado su gratitud por el perdón de sus pecados; y trajo alivio a su mente. Elevando su voz por encima del murmullo de la crítica, dijo: "Ella ha hecho una buena obra en mí. Porque siempre tenéis a los pobres con vosotros, y cuando queréis les hacéis bien; pero a mí no siempre me tenéis". RH 7 de Agosto de 1900, par. 6

"Ha hecho lo que ha podido", continuó Cristo; "ha venido de antemano a ungir mi cuerpo para la sepultura". Jesús sabía que cuando María y los que la acompañaban fueran al sepulcro a ungirlo, no encontrarían a un Salvador muerto, cuyo cuerpo necesitaba de sus amorosas ministraciones, sino a un Cristo vivo. RH 7 de agosto de 1900, par. 7

"María no pudo responder a sus acusadores. No podía explicar por qué había ungido a Cristo en aquella ocasión. Pero el Espíritu Santo tenía un plan para ella. La inspiración no tiene razones que dar. Es una presencia invisible que habla a la mente y al alma, y mueve la mano a la acción. Así se realizan muchas acciones por el poder del Espíritu Santo". RH 7 de agosto de 1900, par. 8

Mártes, 12 de Noviembre

El Testimonio Involuntario de Pilato


¿Cómo se relaciona el veredicto de Pilato con el tema del Evangelio de Juan? Juan 18:38, Juan 19:4-22.



La paciencia del Salvador, que no exhalaba una queja, llenó a Pilato de asombro. No dudaba de que la vista de este hombre, en contraste con Barrabás, habría de mover a simpatía a los judíos. Pero no comprendía el odio fanático que sentían los sacerdotes hacia Aquel que, como luz del mundo, había hecho manifiestas sus tinieblas y error. Habían incitado a la turba a una furia loca, y nuevamente los sacerdotes, los príncipes y el pueblo elevaron aquel terrible clamor: "¡Crucifícale! ¡Crucifícale!" Por fin, perdiendo toda paciencia con su crueldad irracional, Pilato exclamó desesperado: "Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo en él crimen."

El gobernador romano, aunque familiarizado con escenas de crueldad, se sentía movido de simpatía hacia el preso doliente que, condenado y azotado, con la frente ensangrentada y la espalda lacerada, seguía teniendo el porte de un rey sobre su trono. Pero los sacerdotes declararon: "Nosotros tenemos ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios."

Pilato se sorprendió. No tenía idea correcta de Cristo y de su misión; pero tenía una fe vaga en Dios y en los seres superiores a la humanidad. El pensamiento que una vez antes cruzara por su mente cobró ahora una forma más definida. Se preguntó si no sería un ser divino el que estaba delante de él cubierto con el burlesco manto purpúreo y coronado de espinas.

Volvió al tribunal y dijo a Jesús: "¿De dónde eres tú?" Pero Jesús no le respondió. El Salvador había hablado abiertamente a Pilato explicándole su misión como testigo de la verdad. Pilato había despreciado la luz. Había abusado del alto cargo de juez renunciando a sus principios y autoridad bajo las exigencias de la turba. Jesús no tenía ya más luz para él. Vejado por su silencio, Pilato dijo altaneramente:

"¿A mí no me hablas? ¿no sabes que tengo potestad para crucificarte, y que tengo potestad para soltarte?"

Jesús respondió: "Ninguna potestad tendrías contra mí, si no te fuese dado de arriba: por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene."

Así, el Salvador compasivo, en medio de sus intensos sufrimientos y pesar, disculpó en cuanto le fué posible el acto del gobernador romano que le entregaba para ser crucificado. ¡Qué escena digna de ser transmitida al mundo para todos los tiempos! ¡Cuánta luz derrama sobre el carácter de Aquel que es el Juez de toda la tierra!

"El que a ti me ha entregado—dijo Jesús,—mayor pecado tiene." Con estas palabras, Cristo indicaba a Caifás, quien, como sumo sacerdote, representaba a la nación judía. Ellos conocían los principios que regían a las autoridades romanas. Habían tenido luz en las profecías que testificaban de Cristo y en sus propias enseñanzas y milagros. Los jueces judíos habían recibido pruebas inequívocas de la divinidad de Aquel a quien condenaban a muerte. Y según la luz que habían recibido, serían juzgados. DTG 685.1 - DTG 686.1

Miércoles, 13 de Noviembre

El Testimonio de Tomás


Lee Juan 20:19-31. ¿Qué podemos aprender de la historia de Tomás sobre la fe y la duda? ¿Qué error cometió Tomás?

Durante ese tiempo, declaró repetidas veces: "Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré." No quería ver por los ojos de sus hermanos, ni ejercer fe por su testimonio. Amaba ardientemente a su Señor, pero permitía que los celos y la incredulidad dominasen su mente y corazón. DTG 747.2

Jesús aceptó este reconocimiento, pero reprendió suavemente su incredulidad: "Porque me has visto, Tomás, creíste: bienaventurados los que no vieron y creyeron." La fe de Tomás habría sido más grata a Cristo si hubiese estado dispuesto a creer por el testimonio de sus hermanos. Si el mundo siguiese ahora el ejemplo de Tomás, nadie creería en la salvación; porque todos los que reciben a Cristo deben hacerlo por el testimonio de otros.

Muchos aficionados a la duda se disculpan diciendo que si tuviesen las pruebas que Tomás recibió de sus compañeros, creerían. No comprenden que no solamente tienen esa prueba, sino mucho más. Muchos que, como Tomás, esperan que sea suprimida toda causa de duda, no realizarán nunca su deseo. Quedan gradualmente confirmados en la incredulidad. Los que se acostumbran a mirar el lado sombrío, a murmurar y quejarse, no saben lo que hacen. Están sembrando las semillas de la duda, y segarán una cosecha de duda. En un tiempo en que la fe y la confianza son muy esenciales, muchos se hallarán así incapaces de esperar y creer.

En el trato que concedió a Tomás, Jesús dió una lección para sus seguidores. Su ejemplo demuestra cómo debemos tratar a aquellos cuya fe es débil y que dan realce a sus dudas. Jesús no abrumó a Tomás con reproches ni entró en controversia con él. Se reveló al que dudaba. Tomás había sido irrazonable al dictar las condiciones de su fe, pero Jesús, por su amor y consideración generosa, quebrantó todas las barreras. La incredulidad queda rara vez vencida por la controversia. Se pone más bien en guardia y halla nuevo apoyo y excusa. Pero revélese a Jesús en su amor y misericordia como el Salvador crucificado, y de muchos labios antes indiferentes se oirá el reconocimiento de Tomás: "¡Señor mío, y Dios mío!" DTG 748.1 - DTG 748.3

Jueves, 14 de Noviembre

Nuestro Testimonio en Favor de Jesús


¿Cuáles son algunas de las cosas que tenemos hoy en día que los que vivían en la época de Jesús no tenían y que deberían ayudarnos a creer? (Véase, por ejemplo, Mateo 24:2, Mateo 24:14, Mateo 24:6-8.)

Este hombre de fe contemplaba la visión de la escalera de Jacob, que representaba a Cristo, quien unió la tierra con el cielo, y al hombre finito con el Dios infinito. Su fe se fortaleció al recordar cómo los patriarcas y profetas habían confiado en Uno que fué su sostén y consolación y por quien él sacrificaba su vida. Oyó a esos hombres santos que de siglo en siglo testificaron por su fe asegurarle que Dios es fiel. A sus colaboradores, que para predicar el Evangelio de Cristo salieron al encuentro del fanatismo religioso y supersticiones paganas, persecución y desprecio, que no apreciaron sus propias vidas, a fin de llevar en alto la luz de la cruz en el obscuro laberinto de la incredulidad, oía testificar de Jesús como el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. De la rueda de tormento, la estaca, el calabozo y de los escondrijos y cavernas de la tierra, llegaba a sus oídos el grito de triunfo de los mártires. Oía el testimonio de las almas resueltas, quienes, aunque desamparadas, afligidas y atormentadas, padecían sin temor testificando solemnemente de su fe, diciendo: "Yo sé en quién he creído." Los que así rindieron su vida por la fe, declararon al mundo que Aquel en quien habían confiado era capaz de salvar hasta lo sumo.

Redimido Pablo por el sacrificio de Cristo, lavado del pecado en su sangre y revestido de su justicia, tenía en sí mismo el testimonio de que su alma era preciosa a la vista de su Redentor. Estaba su vida oculta con Cristo en Dios, y tenía el convencimiento de que quien venció la muerte es poderoso para guardar cuanto se le confíe. Su mente se aferraba a la promesa del Salvador: "Yo le resucitaré en el día postrero." Juan 6:40. Sus pensamientos y esperanzas estaban concentrados en la segura venida de su Señor. Y al caer la espada del verdugo, y agolparse sobre el mártir las sombras de la muerte, se lanzó hacia adelante su último pensamiento—como lo hará el primero que de él brote en el momento del gran despertar—al encuentro del Autor de la vida que le dará la bienvenida al gozo de los bienaventurados.

Casi veinte siglos han transcurrido desde que el anciano Pablo vertió su sangre como testigo de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo. Ninguna mano fiel registró para las generaciones futuras las últimas escenas de la vida de este santo apóstol; pero la Inspiración nos ha conservado su postrer testimonio. Como resonante trompeta, su voz ha vibrado desde entonces a través de los siglos, enardeciendo con su propio valor a millares de testigos de Cristo y despertando en millares de corazones afligidos el eco de su triunfante gozo: "Porque yo ya estoy para ser ofrecido, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida." 2 Timoteo 4:6-8. HAp 408.2 - HAp 409.1 

Viernes, 15 de Noviembre

Estidio Adicional

Aunque la gente se mata por millones para liberarse del yugo de alguna otra nación, Moisés liberó al antiguo Israel sin una sola baja. Ahora deberíamos saber que la fe remueve montañas, mientras que la duda arruina naciones. Ya no debemos ser necios ni lentos de corazón para creer todo lo que los profetas han escrito (Lu. 24:25). "Creer" era el lema de Jesús, y también debería ser el nuestro. Ningún incrédulo entrará jamás en Su Reino.

Empezando con Moisés, alfa de la historia bíblica, Cristo expuso en todas las Escrituras las cosas concernientes a él. Si se hubiese dado a conocer primero, el corazón de ellos habría quedado satisfecho. En la plenitud de su gozo, no habrían deseado más. Pero era necesario que comprendiesen el testimonio que le daban los símbolos y las profecías del Antiguo Testamento. Su fe debía establecerse sobre éstas. Cristo no realizó ningún milagro para convencerlos, sino que su primera obra consistió en explicar las Escrituras. Ellos habían considerado su muerte como la destrucción de todas sus esperanzas. Ahora les demostró por los profetas que era la evidencia más categórica para su fe. DTG 739.3

Al enseñar a estos discípulos, Jesús demostró la importancia del Antiguo Testamento como testimonio de su misión. Muchos de los que profesan ser cristianos ahora, descartan el Antiguo Testamento y aseveran que ya no tiene utilidad. Pero tal no fué la enseñanza de Cristo. Tan altamente lo apreciaba que en una oportunidad dijo: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, si alguno se levantare de los muertos."2

Es la voz de Cristo que habla por los patriarcas y los profetas, desde los días de Adán hasta las escenas finales del tiempo. El Salvador se revela en el Antiguo Testamento tan claramente como en el Nuevo. Es la luz del pasado profético lo que presenta la vida de Cristo y las enseñanzas del Nuevo Testamento con claridad y belleza. Los milagros de Cristo son una prueba de su divinidad; pero una prueba aun más categórica de que él es el Redentor del mundo se halla al comparar las profecías del Antiguo Testamento con la historia del Nuevo. DTG 740.1 - DTG 740.2