Signos de Divinidad

Lección 2, 4°Trimestre, del 5 al 11 de Octubre del 2024.

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Comentario Avanzado sobre la Lección de la Escuela Sabática

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Sábado por la tarde, 5 de Octubre

Texto para memorizar:

Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto? RVa — Juan 11:25,26.


Tratando todavía de dar la verdadera dirección a su fe, Jesús declaró: "Yo soy la resurrección y la vida." En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra. "El que tiene al Hijo, tiene la vida."2 La divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna. "El que cree en mí—dijo Jesús,—aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees eso?" Cristo miraba hacia adelante, a su segunda venida. Entonces los justos muertos serán resucitados incorruptibles, y los justos vivos serán trasladados al cielo sin ver la muerte. El milagro que Cristo estaba por realizar, al resucitar a Lázaro de los muertos, representaría la resurrección de todos los justos muertos. Por sus palabras y por sus obras, se declaró el Autor de la resurrección. El que iba a morir pronto en la cruz, estaba allí con las llaves de la muerte, vencedor del sepulcro, y aseveraba su derecho y poder para dar vida eterna. DTG 489.2

Domingo, 6 de Octubre

La Alimentación de los Cinco Mil


Lee Juan 6:1-14. ¿Qué paralelismos se pueden encontrar aquí entre Jesús y Moisés? Es decir, ¿qué hizo Jesús aquí que debería haber recordado a la gente la liberación que sus antepasados habían recibido a través del ministerio de Moisés?

Por fin había transcurrido ya el día, el sol se estaba hundiendo en el occidente, y la gente seguía demorándose. Jesús había trabajado todo el día, sin comer ni descansar. Estaba pálido por el cansancio y el hambre, y los discípulos le rogaron que dejase de trabajar. Pero él no podía apartarse de la muchedumbre que le oprimía de todas partes.

Los discípulos se acercaron finalmente a él, insistiendo en que para el mismo beneficio de la gente había que despedirla. Muchos habían venido de lejos, y no habían comido desde la mañana. En las aldeas y pueblos de los alrededores podían conseguir alimentos. Pero Jesús dijo: "Dadles vosotros de comer," y luego, volviéndose a Felipe, preguntó: "¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?" Esto lo dijo para probar la fe del discípulo. Felipe miró el mar de cabezas, y pensó que sería imposible proveer alimentos para satisfacer las necesidades de una muchedumbre tan grande. Contestó que doscientos denarios de pan no alcanzarían para que cada uno tuviese un poco. Jesús preguntó cuánto alimento podía encontrarse entre la multitud. "Un muchacho está aquí—dijo Andrés,—que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; ¿mas qué es esto entre tantos?" Jesús ordenó que le trajesen estas cosas y luego pidió a los discípulos que hiciesen sentar a la gente sobre la hierba, en grupos de cincuenta y de cien personas, para conservar el orden, y a fin de que todos pudiesen presenciar lo que iba a hacer. Hecho esto, Jesús tomó los alimentos, y "alzando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dió los panes a los discípulos, y los discípulos a las gentes." "Y comieron todos, y se hartaron. Y alzaron de los pedazos doce cofines llenos, y de los peces." DTG 333.1 - DTG 333.2

Cristo no realizó nunca un milagro que no fuese para suplir una necesidad verdadera, y cada milagro era de un carácter destinado a conducir a la gente al árbol de la vida, cuyas hojas son para la sanidad de las naciones. El alimento sencillo que las manos de los discípulos hicieron circular, contenía numerosas lecciones. Era un menú humilde el que había sido provisto; los peces y los panes de cebada eran la comida diaria de los pescadores que vivían alrededor del mar de Galilea. Cristo podría haber extendido delante de la gente una comida opípara, pero los alimentos preparados solamente para satisfacer el apetito no habrían impartido una lección benéfica. Cristo enseñaba a los concurrentes que las provisiones naturales que Dios hizo para el hombre habían sido pervertidas. Y nunca disfrutó nadie de lujosos festines preparados para satisfacer un gusto pervertido como esta gente disfrutó del descanso y de la comida sencilla que Jesús le proveyó tan lejos de las habitaciones de los hombres. DTG 334.1

Lunes, 7 de Octubre

“Realmente, Este es el Profeta”


Lee Juan 6:14, 15, 26-36. ¿Cómo respondió la gente a su milagro y cómo lo utilizó Jesús para enseñarles quién era Él?

Sentada sobre la llanura cubierta de hierba, en el crepúsculo primaveral, la gente comió los alimentos que Cristo había provisto. Las palabras que había oído aquel día, le habían llegado como la voz de Dios. Las obras de sanidad que había presenciado, eran de tal carácter que únicamente el poder divino podía realizarlas. Pero el milagro de los panes atraía a cada miembro de la vasta muchedumbre. Todos habían participado de su beneficio. En los días de Moisés, Dios había alimentado a Israel con maná en el desierto, y ¿quién era éste que los había alimentado ese día, sino Aquel que había sido anunciado por Moisés? Ningún poder humano podía crear, de cinco panes de cebada y dos pececillos, bastantes comestibles para alimentar a miles de personas hambrientas. Y se decían unos a otros: "Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo." DTG 340.1

En su entusiasmo, la gente estaba lista para coronarle rey en seguida. Se veía que él no hacía ningún esfuerzo para llamar la atención a sí mismo, ni para atraerse honores. En esto era esencialmente diferente de los sacerdotes y los príncipes, y los presentes temían que nunca haría valer su derecho al trono de David. Consultando entre sí, convinieron en tomarle por fuerza y proclamarle rey de Israel. Los discípulos se unieron a la muchedumbre para declarar que el trono de David era herencia legítima de su Maestro. Dijeron que era la modestia de Cristo lo que le hacía rechazar tal honor. Exalte el pueblo a su Libertador, pensaban. Véanse los arrogantes sacerdotes y príncipes obligados a honrar a Aquel que viene revestido con la autoridad de Dios.

Con avidez decidieron llevar a cabo su propósito; pero Jesús vió lo que se estaba tramando y comprendió, como no podían hacerlo ellos, cuál sería el resultado de un movimiento tal. Los sacerdotes y príncipes estaban ya buscando su vida. Le acusaban de apartar a la gente de ellos. La violencia y la insurrección seguirían a un esfuerzo hecho para colocarle sobre el trono, y la obra del reino espiritual quedaría estorbada. Sin dilación, el movimiento debía ser detenido. Llamando a sus discípulos, Jesús les ordenó que tomasen el bote y volviesen en seguida a Capernaúm, dejándole a él despedir a la gente. DTG 340.3 - DTG 341.1

Jesús no satisfizo su curiosidad. Dijo tristemente: "Me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os hartasteis." No le buscaban por algún motivo digno; sino que como habían sido alimentados con los panes, esperaban recibir todavía otros beneficios temporales vinculándose con él. El Salvador les instó: "Trabajad no por la comida que perece, mas por la comida que a vida eterna permanece." No busquéis solamente el beneficio material. No tenga por objeto vuestro principal esfuerzo proveer para la vida actual, pero buscad el alimento espiritual, a saber, esa sabiduría que durará para vida eterna. Sólo el Hijo de Dios puede darla; "porque a éste señaló el Padre, que es Dios."

Por el momento se despertó el interés de los oyentes. Exclamaron: "¿Qué haremos para que obremos las obras de Dios?" Habían estado realizando muchas obras penosas para recomendarse a Dios; y estaban listos para enterarse de cualquier nueva observancia por la cual pudiesen obtener mayor mérito. Su pregunta significaba: ¿Qué debemos hacer para merecer el cielo? ¿Cuál es el precio requerido para obtener la vida venidera?

"Respondió Jesús y díjoles: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado." El precio del cielo es Jesús. El camino al cielo es por la fe en "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo." DTG 348.1 - DTG 348.3

Pensando todavía que Jesús se refería al alimento temporal, algunos de sus oyentes exclamaron: "Señor, danos siempre este pan." Jesús habló entonces claramente: "Yo soy el pan de vida."

"Si hubieran entendido las Escrituras, habrían comprendido sus palabras cuando dijo: "Yo soy el pan de vida". Apenas el día anterior, la gran multitud, cuando estaba fatigada y cansada, había sido alimentada por el pan que Él había dado. Así como de ese pan habían recibido fuerza física y refrigerio, así de Cristo podrían recibir fuerza espiritual para la vida eterna. El que viene a mí -dijo- no tendrá hambre jamás; y el que cree en mí no tendrá sed jamás". Pero añadió: 'También vosotros me habéis visto, y no creéis'.DTG 349.3 - DTG 349.4

Martes, 8 de Octubre

La Curación del Ciego: Parte 1


Lee Juan 9:1-16. ¿Cuál creían los discípulos que era la causa de la ceguera de este hombre, y cómo corrigió Jesús sus falsas creencias?

Se creía generalmente entre los judíos que el pecado era castigado en esta vida. Se consideraba que cada aflicción era castigo de alguna falta cometida por el mismo que sufría o por sus padres. Es verdad que todo sufrimiento es resultado de la transgresión de la ley de Dios, pero esta verdad había sido falseada. Satanás, el autor del pecado y de todos sus resultados, había inducido a los hombres a considerar la enfermedad y la muerte como procedentes de Dios, como un castigo arbitrariamente infligido por causa del pecado. Por lo tanto, aquel a quien le sobrevenía una gran aflicción o calamidad debía soportar la carga adicional de ser considerado un gran pecador. DTG 436.3

Los discípulos compartían la creencia de los judíos concerniente a la relación del pecado y el sufrimiento. Al corregir Jesús el error, no explicó la causa de la aflicción del hombre, sino que les dijo cuál sería el resultado. Por causa de ello se manifestarían las obras de Dios. "Entre tanto que estuviere en el mundo—dijo él,—luz soy del mundo." Entonces, habiendo untado los ojos del ciego, lo envió a lavarse en el estanque de Siloé, y el hombre recibió la vista. Así Jesús contestó la pregunta de los discípulos de una manera práctica, como respondía él generalmente a las preguntas que se le dirigían nacidas de la curiosidad. Los discípulos no estaban llamados a discutir la cuestión de quién había pecado o no, sino a entender el poder y la misericordia de Dios al dar vista al ciego. Era evidente que no había virtud sanadora en el lodo, o en el estanque adonde el ciego fué enviado a lavarse, sino que la virtud estaba en Cristo.DTG 437.1

Miércoles, 9 de Octubre

La Curación del Ciego: Parte 2


Lee Juan 9:17-34. ¿Qué preguntas hicieron los líderes y cómo respondió el ciego?

Entonces le llevaron ante el concilio de los fariseos. Nuevamente se le preguntó al hombre cómo había recibido la vista. "Y él les dijo: Púsome lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo. Entonces unos de los fariseos decían: Este hombre no es de Dios, que no guarda el sábado." Los fariseos esperaban hacer aparecer a Jesús como pecador, y que por lo tanto no era el Mesías. No sabían que el que había sanado al ciego había hecho el sábado y conocía todas sus obligaciones. Aparentaban tener admirable celo por la observancia del día de reposo, pero en ese mismo día estaban planeando un homicidio. Sin embargo, al enterarse de este milagro muchos quedaron muy impresionados y convencidos de que Aquel que había abierto los ojos del ciego era más que un hombre común. En respuesta al cargo de que Jesús era pecador porque no guardaba el sábado, dijeron: "¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales?" DTG 437.4

Los fariseos veían que estaban dando publicidad a la obra hecha por Jesús. No podían negar el milagro. El ciego rebosaba gozo y gratitud; contemplaba las maravillas de la naturaleza y se llenaba de deleite ante la hermosura de la tierra y del cielo. Relataba libremente su caso y otra vez ellos trataron de imponerle silencio, diciendo: "Da gloria a Dios: nosotros sabemos que este hombre es pecador." Es decir: No repitas que este hombre te dió la vista; es Dios quien lo ha hecho.

El ciego respondió: "Si es pecador, no lo sé: una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo."

Entonces le preguntaron otra vez: "¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?" Procuraron confundirlo con muchas palabras, a fin de que él se juzgase engañado. Satanás y sus ángeles malos estaban de parte de los fariseos, y unían sus fuerzas y argucias al razonamiento de los hombres a fin de contrarrestar la influencia de Cristo. Embotaron las convicciones hondamente arraigadas en muchas mentes. Los ángeles de Dios también estaban presentes para fortalecer al hombre cuya vista había sido restaurada. DTG 439.1 - DTG 439.3

El Señor Jesús conocía la prueba por la cual estaba pasando el hombre, y le dió gracia y palabras, de modo que llegó a ser un testigo por Cristo. Respondió a los fariseos con palabras que eran una hiriente censura a sus preguntas. Aseveraban ser los expositores de las Escrituras y los guías religiosos de la nación; sin embargo, había allí Uno que hacía milagros, y ellos confesaban ignorar tanto la fuente de su poder, como su carácter y pretensiones. "Por cierto, maravillosa cosa es ésta—dijo el hombre,—que vosotros no sabéis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores: mas si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a éste oye. Desde el siglo no fué oído, que abriese alguno los ojos de uno que nació ciego. Si éste no fuera de Dios, no pudiera hacer nada."

El hombre había hecho frente a sus inquisidores en su propio terreno. Su razonamiento era incontestable. Los fariseos estaban atónitos y enmudecieron, hechizados ante sus palabras penetrantes y resueltas. Durante un breve momento guardaron silencio. Luego esos ceñudos sacerdotes y rabinos recogieron sus mantos, como si hubiesen temido contaminarse por el trato con él, sacudieron el polvo de sus pies, y lanzaron denuncias contra él: "En pecados eres nacido todo, ¿y tú nos enseñas?" Y le excomulgaron. DTG 439.5 - DTG 440.1

Jueves, 10 de Octubre

La Resurrección de Lázaro


Lee Juan 11:38-44. ¿Qué hizo Jesús para apoyar su afirmación?

Tratando todavía de dar la verdadera dirección a su fe, Jesús declaró: "Yo soy la resurrección y la vida." En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra. "El que tiene al Hijo, tiene la vida."2 La divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna. "El que cree en mí—dijo Jesús,—aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees eso?" Cristo miraba hacia adelante, a su segunda venida. Entonces los justos muertos serán resucitados incorruptibles, y los justos vivos serán trasladados al cielo sin ver la muerte. El milagro que Cristo estaba por realizar, al resucitar a Lázaro de los muertos, representaría la resurrección de todos los justos muertos. Por sus palabras y por sus obras, se declaró el Autor de la resurrección. El que iba a morir pronto en la cruz, estaba allí con las llaves de la muerte, vencedor del sepulcro, y aseveraba su derecho y poder para dar vida eterna. DTG 489.2

"'Llevaos la piedra'…

"La orden es obedecida. Se hace rodar la piedra. Todo se hace abierta y deliberadamente. A todos se les da la oportunidad de ver que no se practica ningún engaño. Allí yace el cuerpo de Lázaro en su tumba rocosa, frío y silencioso en la muerte. Se acallan los gritos de los dolientes. Sorprendida y expectante, la compañía permanece de pie en torno al sepulcro, a la espera de ver lo que sigue."

"Cristo se detiene serenamente ante el sepulcro. Una solemnidad sagrada embarga a todos los presentes. Cristo se acerca al sepulcro. Levantando los ojos al cielo, dice: "Padre, te doy gracias porque me has escuchado”. DTG 492.3 - DTG 493.2

"Y habiendo dicho estas cosas, clamó a gran voz: Lázaro, ven fuera." Su voz, clara y penetrante, entra en los oídos del muerto. La divinidad fulgura a través de la humanidad. En su rostro, iluminado por la gloria de Dios, la gente ve la seguridad de su poder. Cada ojo está fijo en la entrada de la cueva. Cada oído está atento al menor sonido. Con interés intenso y doloroso, aguardan todos la prueba de la divinidad de Cristo, la evidencia que ha de comprobar su aserto de que es Hijo de Dios, o extinguir esa esperanza para siempre.

Hay agitación en la tumba silenciosa, y el que estaba muerto se pone de pie a la puerta del sepulcro. Sus movimientos son trabados por el sudario en que fuera puesto, y Cristo dice a los espectadores asombrados: "Desatadle, y dejadle ir." Vuelve a serles demostrado que el obrero humano ha de cooperar con Dios. La humanidad ha de trabajar por la humanidad. Lázaro queda libre, y está de pie ante la congregación, no demacrado por la enfermedad, ni con miembros débiles y temblorosos, sino como un hombre en la flor de la vida, provisto de una noble virilidad. Sus ojos brillan de inteligencia y de amor por su Salvador. Se arroja a los pies de Jesús para adorarle.

Los espectadores quedan al principio mudos de asombro. Luego sigue una inefable escena de regocijo y agradecimiento. Las hermanas reciben a su hermano vuelto a la vida como el don de Dios, y con lágrimas de gozo expresan en forma entrecortada su agradecimiento al Salvador. Y mientras el hermano, las hermanas y los amigos se regocijan en esta reunión, Jesús se retira de la escena. Cuando buscan al Dador de la vida, no le pueden hallar. DTG 493.3 - DTG 494.1

Viernes, 11 de Octubre

Estudio Adicional

Betania estaba tan cerca de Jerusalén que pronto llegaron a la ciudad las noticias de la resurrección de Lázaro. Por medio de los espías que habían presenciado el milagro, los dirigentes judíos fueron puestos rápidamente al tanto de los hechos. Convocaron inmediatamente una reunión del Sanedrín, para decidir lo que debía hacerse. Cristo había demostrado ahora plenamente su dominio sobre la muerte y el sepulcro. Este gran milagro era la evidencia máxima que ofrecía Dios a los hombres en prueba de que había enviado su Hijo al mundo para salvarlo. Era una demostración del poder divino que bastaba para convencer a toda mente dotada de razón y conciencia iluminada. Muchos de los que presenciaron la resurrección de Lázaro fueron inducidos a creer en Jesús. Pero el odio de los sacerdotes contra él se intensificó. Habían rechazado todas las pruebas menores de su divinidad, y este nuevo milagro no hizo sino enfurecerlos. El muerto había sido resucitado en plena luz del día y ante una multitud de testigos. Ningún sofisma podía destruir tal evidencia. Por esta misma razón, la enemistad de los sacerdotes se hacía más mortífera. Estaban más determinados que nunca a detener la obra de Cristo.

Los saduceos, aunque no estaban a favor de Cristo, no habían estado tan llenos de malicia contra él como los fariseos. Su odio no había sido tan acerbo. Pero ahora estaban cabalmente alarmados. No creían en la resurrección de los muertos. Basados en lo que llamaban falsamente ciencia, habían razonado que era imposible que un cuerpo muerto tornara a la vida. Pero mediante unas pocas palabras de Cristo, su teoría había quedado desbaratada. Se había puesto de manifiesto la ignorancia de ellos tocante a las Escrituras y el poder de Dios. Veían la imposibilidad de destruir la impresión hecha en el pueblo por este milagro. ¿Cómo podrían los hombres ser apartados de Aquel que había triunfado hasta arrancar sus muertos al sepulcro? Se pusieron en circulación falsos informes, pero el milagro no podía negarse, y ellos no sabían cómo contrarrestar sus efectos. Hasta entonces, los saduceos no habían alentado el plan de matar a Cristo. Pero después de la resurrección de Lázaro, creyeron que únicamente mediante su muerte podrían ser reprimidas sus intrépidas denuncias contra ellos.

Los fariseos creían en la resurrección, y no podían sino ver en ese milagro una evidencia de que el Mesías estaba entre ellos. Pero siempre se habían opuesto a la obra de Cristo. Desde el principio, le habían aborrecido porque había desenmascarado sus pretensiones hipócritas. Les había quitado el manto de rigurosos ritos bajo el cual ocultaban su deformidad moral. La religión pura que él enseñaba había condenado la vacía profesión de piedad. Ansiaban vengarse de él por sus agudos reproches. Habían procurado inducirle a decir o hacer alguna cosa que les diera ocasión de condenarlo. En varias ocasiones, habían intentado apedrearlo, pero él se había apartado tranquilamente, y le habían perdido de vista. DTG 495.1 - DTG 496.1