“Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho.” RVR1960 — Éxodo 24:3
“Estas promesas de Dios a su pueblo estaban condicionadas a su obediencia. Si servían al Señor plenamente, Él haría grandes cosas por ellos. Después de que Moisés recibiera los juicios del Señor y los escribiera para el pueblo, junto con las promesas, condicionadas a la obediencia, el Señor le dijo: «Sube al Señor, tú, Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel, y adorad de lejos. Solo Moisés se acercará al Señor; ellos no se acercarán, ni el pueblo subirá con él. Moisés vino y comunicó al pueblo todas las palabras del Señor y todos los juicios; y todo el pueblo respondió a una voz y dijo: Haremos todas las palabras que el Señor ha dicho” 3SG 270.1
“Moisés había escrito, no los diez mandamientos, sino los juicios que Dios quería que observaran y las promesas, con la condición de que le obedecieran. Leyó esto al pueblo, y ellos se comprometieron a obedecer todas las palabras que el Señor había dicho. Moisés escribió entonces su solemne promesa en un libro y ofreció un sacrificio a Dios por el pueblo. «Y tomó el libro del pacto y lo leyó en presencia del pueblo, y ellos dijeron: Haremos todo lo que el Señor ha dicho y seremos obedientes. Y Moisés tomó la sangre y la roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que el Señor ha hecho con vosotros acerca de todas estas palabras». El pueblo repitió su solemne promesa al Señor de obedecer todo lo que él había dicho y de ser obedientes.” 3SG 270.2
Lea Éxodo 24:1-8. ¿Qué papel desempeñan la lectura de la Palabra de Dios y la aspersión de sangre en la ratificación del pacto entre Dios y su pueblo?
“Después de rociar el altar con la sangre de las ofrendas, Moisés tomó “el libro de la alianza, y leyó a oídos del pueblo”. En esta forma fueron repetidas solemnemente las condiciones del pacto, y todos quedaron en libertad de decidir si querían cumplirlas o no. Antes habían prometido obedecer la voz de Dios; pero desde entonces habían oído pronunciar su ley; y se les habían detallado sus principios, para que ellos conocieran cuánto abarcaba ese pacto. Nuevamente el pueblo contestó a una voz: “Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos”. “Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, [...] roció al mismo libro, y también a todo el pueblo, diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios ha mandado”. Hebreos 9:19, 20” PP 284.4
“Moisés y “Josué su servidor” fueron llamados entonces a reunirse con Dios. Y como habían de permanecer ausentes por algún tiempo, el jefe nombró a Aarón y a Hur para que, ayudados por los ancianos, actuaran en su lugar. “Entonces Moisés subió al monte. Una nube cubrió el monte, y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí”. Durante seis días la nube cubrió el monte como una demostración de la presencia especial de Dios; sin embargo, no dio ninguna revelación de sí mismo ni comunicación de su voluntad. Durante ese tiempo Moisés permaneció en espera de que se lo llamara a presentarse en la cámara de la presencia del Altísimo. Se le había ordenado: “Sube a mí al monte y espera allá”. Y aunque en esto se probaban su paciencia y su obediencia, no se cansó de esperar ni abandonó su puesto. Este plazo de espera fue para él un tiempo de preparación, de íntimo examen de conciencia. Aun este favorecido siervo de Dios no podía acercarse inmediatamente a la presencia divina ni soportar la manifestación de su gloria. Hubo de emplear seis días de constante dedicación a Dios mediante el examen de su corazón, la meditación y la oración, antes de estar preparado para comunicarse directamente con su Creador.” PP 285.1-285.2
Lea Éxodo 24:9-18. ¿Qué experiencia asombrosa se les dio aquí a los hijos de Israel?
“Ahora se habían de hacer los arreglos para el establecimiento completo de la nación escogida bajo la soberanía de Jehová como rey. Moisés había recibido el mandato: “Sube ante Jehová, junto con Aarón, Nadab, Abiú y setenta de los ancianos de Israel; y os inclinaréis de lejos. Pero solo Moisés se acercará a Jehová”. Mientras el pueblo oraba al pie del monte, estos hombres escogidos fueron llamados al monte. Los setenta ancianos habían de ayudar a Moisés en el gobierno de Israel, y Dios puso sobre ellos su Espíritu, y los honró con la visión de su poder y grandeza. “Y vieron al Dios de Israel. Debajo de sus pies había como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno”. No contemplaron la Deidad, pero vieron la gloria de su presencia. Antes de esa oportunidad aquellos hombres no hubieran podido soportar semejante escena; pero la manifestación del poder de Dios los había llevado a un arrepentimiento reverente; habían contemplado su gloria, su pureza, y su misericordia, hasta que pudieron acercarse al que había sido el tema de sus meditaciones. PP 284.5
“El séptimo día, que era sábado, Moisés fue llamado a la nube. Esa espesa nube se abrió a la vista de todo Israel, y la gloria del Señor brotó como un fuego devorador. “Moisés entró en medio de la nube y subió al monte. Y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches”. Los cuarenta días de permanencia en el monte no incluyeron los seis de preparación. Durante esos seis días, Josué había estado con Moisés, y juntos comieron maná y bebieron del “arroyo que descendía del monte”. Deuteronomio 9:21. Pero Josué no entró con Moisés en la nube; permaneció afuera, y continuó comiendo y bebiendo diariamente mientras esperaba el regreso de Moisés; pero este ayunó durante los cuarenta días completos. PP 285.3
“Durante su estada en el monte, Moisés recibió instrucciones referentes a la construcción de un santuario en el cual la divina presencia se manifestaría de manera especial. “Me erigirán un santuario, y habitaré en medio de ellos”, fue el mandato de Dios. Por tercera vez, fue ordenada la observancia del sábado. “Para siempre será una señal entre mí y los hijos de Israel”, declaró el Señor, “para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. Así que guardaréis el sábado, porque santo es para vosotros [...]. Cualquier persona que haga alguna obra en él, será eliminada de su pueblo”. Éxodo 31:17, 13, 14.
Acababan de darse instrucciones para la inmediata construcción del tabernáculo para el servicio de Dios; y era posible que el pueblo creyera que, debido a que el objeto perseguido era la gloria de Dios, y debido a la gran necesidad que tenían de un lugar para rendir culto a Dios, era justificable que trabajaran en esa construcción durante el sábado.Para evitarles este error, se les dio la amonestación. Ni aun la santidad y urgencia de aquella obra dedicada a Dios debía llevarlos a infringir su santo día de reposo.” PP 285.4-286.2
Lea Ezequiel 36:26-28. ¿Cómo se manifiesta la obediencia en nuestras vidas?
Veamos que ninguno de los vivos en realidad puede ser limpiado de todas sus manchas del pecado mientras esté entre las naciones gentiles. Primero deben ser separados de entre los hipócritas y los gentiles, entonces deben ser traídos a su propia tierra y ahí ser esparcidos con agua limpia, limpiados de todas sus inmundicias y de todos sus ídolos, cuando ellos lleguen a su propia tierra, no antes. Aún un corazón nuevo se les dará allí y un espíritu nuevo también. Así hará el Señor que anden en sus estatutos y guarden sus derechos para siempre. Así regresarán y habitarán en la tierra de sus padres, Palestina, y así serán el pueblo de Dios eternamente. Vemos que estas cosas son premilenarias.
Examinemos ahora la purificación de acuerdo a los profetas Joel, Malaquías y Jeremías–
Jer. 31:31-33 – “He aquí que vienen días, dice el Señor, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice el Señor. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.”
El pacto antiguo ha sido para guardar los mandamientos mientras que están escritos, no en el corazón, sino en tablas de piedra, contra la voluntad del corazón de piedra. Pero el pacto nuevo es para limpiarlos de sus corazones de piedra, y para escribir los mandamientos en sus corazones de carne.
Jer. 31:34 – “Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Señor; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.”
Cuando el pueblo de Dios sea así limpiado, todos ellos conocerán al Señor. Entonces ellos serán en verdad su pueblo, su nación.
Lea Éxodo 25:1-9. ¿Qué verdades cruciales, prácticas y teológicas se ven en estos versículos?
“Desde entonces el pueblo había de ser honrado por la presencia permanente de su Rey. “Yo habitaré entre los hijos de Israel y seré su Dios”, “y el lugar será santificado con mi gloria”. Éxodo 29:45, 43.
Como símbolo de la autoridad de Dios y condensación de su voluntad, se le entregó a Moisés una copia del Decálogo, escrita por el dedo de Dios mismo en dos tablas de piedra (Deuteronomio 9:10; Éxodo 32:15, 16), que debían guardarse como algo sagrado en el santuario, el cual, una vez construído iba a ser el centro visible del culto de la nación. PP 286.3-286.4
“De una raza de esclavos, los israelitas fueron ascendidos sobre todos los pueblos, para ser el tesoro peculiar del Rey de reyes. Dios los separó del mundo, para confiarles una responsabilidad sagrada. Los hizo depositarios de su ley, y era su propósito preservar entre los hombres el conocimiento de sí mismo por medio de ellos. De esta forma la luz del cielo iba a iluminar a todo un mundo que estaba envuelto en tinieblas, y se oiría una voz que invitaría a todos los pueblos a dejar su idolatría y servir al Dios viviente. Si eran fieles a su responsabilidad, los israelitas llegarían a ser una potencia en el mundo. Dios sería su defensa y los elevaría sobre todas las otras naciones. Su luz y su verdad serían reveladas por medio de ellos, y se destacarían bajo su santa y sabia soberanía como un ejemplo de la superioridad de su culto sobre toda forma de idolatría.” PP 286.5
“Dios ordenó a Moisés respecto a Israel: “Hacerme han un santuario, y yo habitaré entre ellos,” y moraba en el santuario en medio de su pueblo. Durante todas sus penosas peregrinaciones en el desierto, estuvo con ellos el símbolo de su presencia. Así Cristo levantó su tabernáculo en medio de nuestro campamento humano. Hincó su tienda al lado de la tienda de los hombres, a fin de morar entre nosotros y familiarizarnos con su vida y carácter divinos. “Aquel Verbo fué hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” DTG 15.1
“Desde que Jesús vino a morar con nosotros, sabemos que Dios conoce nuestras pruebas y simpatiza con nuestros pesares. Cada hijo e hija de Adán puede comprender que nuestro Creador es el amigo de los pecadores. Porque en toda doctrina de gracia, toda promesa de gozo, todo acto de amor, toda atracción divina presentada en la vida del Salvador en la tierra, vemos a “Dios con nosotros.”” DTG 15.2
Lee Éxodo 31:1-18. ¿Qué ayuda especial dio Dios para que todos los detalles del tabernáculo y los servicios relacionados se prepararan y construyeran de una manera hermosa y adecuada?
“Dios siempre tiene hombres designados para que aparezcan en el escenario justamente donde se necesita llevar a cabo una obra determinada, hombres con quienes y por medio de quienes puede trabajar... Dios ha confiado talentos a cada hombre: Dones que satisfacen las necesidades de un determinado lugar... CDCD 343.2
“El Señor dará entendimiento a todos los que se quieran relacionar plenamente con su obra. No tenemos que confiar sólo en la sabiduría humana. En Dios hay sabiduría, y tenemos el privilegio de acudir a él para obtener consejo... CDCD 343.3
“Todos somos miembros de la familia del Altísimo, y en mayor o menor medida tenemos talentos que él nos ha confiado, por cuyo empleo nos hace responsables. Ya sea que nuestros talentos sean grandes o pequeños, tenemos que emplearlos en el servicio del Señor, y debemos reconocer el derecho de los demás de emplear los talentos que se les han confiado.
Nunca debemos despreciar el más mínimo capital físico o intelectual. Algunos sólo pueden negociar con pesos y centavos y, con la bendición de Dios y gracias a una labor diligente, esos humildes siervos pueden hacer inversiones con buen éxito, y obtener ganancias proporcionadas al capital que se les confió. Nadie debiera despreciar al humilde obrero que está ocupando su lugar, y que está llevando a cabo una obra que alguien debe hacer, por pequeña que ésta parezca. CDCD 343.4-343.5
“¡Oh, cómo me duele el corazón cuando veo a hombres que han tenido grandes oportunidades y que tratan de ocupar puestos de menor importancia cuando, con un poco de aliento, podrían haber ocupado un puesto de mayor responsabilidad! El Señor usa los vasos grandes y pequeños. Muchos cuyas vidas están llenas de actividades que cumplen con dedicación, necesitan el consejo y el ánimo que les pueden dar los demás; necesitan palabras de aprobación. Dios contempla con satisfacción los progesos que hacen sus hijos cuando se ayudan y se animan mutuamente. CDCD 343.6
“Todos, ya sea que tengan pocos o muchos talentos, deben unirse íntimamente. Necesitamos más del espíritu del Salvador para ayudar a los que se les ha impedido progresar.—Carta 260, del 2 de diciembre de 1903, dirigida al Dr. George A. Hare, a quien se había invitado para que se uniera al personal del sanatorio que se quería fundar en Washington.” TDG 345.6
“Hombres escogidos fueron especialmente dotados por Dios con habilidad y sabiduría para la construcción del sagrado edificio. Dios mismo le entregó a Moisés el plano con instrucciones detalladas acerca del tamaño y forma, así como de los materiales que debían emplearse y de todos los objetos y muebles que debía de contener. Los dos lugares santos hechos a mano, habían de ser “figura del verdadero”, “figuras de las cosas celestiales” (Hebreos 9:24, 23), es decir, una representación, en miniatura, del templo celestial donde Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, después de ofrecer su vida como sacrificio, habría de interceder en favor de los pecadores. Dios presentó ante Moisés en el monte una visión del santuario celestial, y le ordenó que hiciera todas las cosas de acuerdo con el modelo que se le había mostrado. Todas estas instrucciones fueron escritas cuidadosamente por Moisés, quien las comunicó a los jefes del pueblo. PP 313.2
“Para la construcción del santuario fue necesario hacer grandes y costosos preparativos; hacía falta gran cantidad de los materiales más preciosos y caros; no obstante, el Señor únicamente aceptó ofrendas voluntarias. “Di a los hijos de Israel que recojan para mí una ofrenda. De todo hombre que la dé voluntariamente, de corazón, recogeréis mi ofrenda”. Éxodo 25:2. Esta fue la orden divina que Moisés repitió a la congregación. La devoción a Dios y un espíritu de sacrificio fueron los primeros requisitos para construir la morada del Altísimo. Todo el pueblo respondió unánimemente. “Todo aquel a quien su corazón impulsó, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, trajo una ofrenda a Jehová para la obra del Tabernáculo de reunión, para toda su obra y para las sagradas vestiduras. Vinieron tanto hombres como mujeres, todos de corazón generoso, y trajeron cadenas, zarcillos, anillos, brazaletes y toda clase de joyas de oro; todos presentaban una ofrenda de oro a Jehová.” PP 314.1
“‘Todo hombre que tenía azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras, pieles de carneros teñidas de rojo, o pieles de tejones, lo traía. Todo el que ofrecía una ofrenda de plata o de bronce, traía a Jehová la ofrenda; y todo el que tenía madera de acacia, la traía para toda la obra del servicio. PP 314.2
“‘Además, todas las mujeres sabias de corazón hilaban con sus manos, y traían lo que habían hilado: azul, púrpura, carmesí o lino fino. Y todas las mujeres cuyo corazón las impulsó, hilaron hábilmente pelo de cabra. PP 314.3
“‘Los príncipes trajeron piedras de ónice y las piedras de los engastes para el efod y el pectoral, las especias aromáticas y el aceite para el alumbrado, para la unción y para el incienso aromático”. Éxodo 35:21-28” PP 314.4