El Pan y el Agua de vida

Lección 7, 3er Trimestre, 9-15 de agosto, 2025

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Sábado por la Tarde 9 Agosto

Para memorizar:

«Y el Señor dijo a Moisés: “¿Hasta cuándo se negarán a guardar mis mandamientos y mis leyes? Miren que el Señor les dio el sábado. Por eso en el sexto día les da pan para dos días. Quédese, pues, cada uno en su estancia, y nadie salga de su lugar en el séptimo día”. Así, el pueblo reposó el séptimo día» (Éxo. 16: 28–30).


Después que Israel cruzara el mar, y después que el mar envolviera a sus enemigos en su seno, ellos cantaron y dieron la gloria a Dios, pero aunque el ejército de faraón y el mar ya no fueron objetos de miedo sino de interés, sus pruebas, dudas, y temores todavía no había terminado. Casi inmediatamente después que vieran el mar atrás y el desierto delante empezaron a recriminar a Moisés por haberlos traído al desierto para sufrir de hambre y de falta de agua. Nunca penetró en sus mentes que si Dios pudo secar el mar, podía ciertamente inundar el desierto y hacerlo florecer como una rosa. A pesar de sus dudas y sus quejas Dios una vez más realizó un milagro aun mayor: causó que el agua se brotara de una roca y les trajo maná del Cielo.

El Señor les había prometido ser su Dios, hacerlos su pueblo, y guiarlos a una tierra grande y buena; pero siempre estaban dispuestos a desmayar ante cada obstáculo que encontraban en su marcha hacia aquel lugar. De manera maravillosa los había librado de su esclavitud de Egipto, para elevarlos y ennoblecerlos, y hacerlos objeto de alabanza en la tierra. Pero era necesario que ellos hicieran frente a dificultades y que soportaran privaciones. PP 265.1

Dios estaba elevándolos del estado de degradación y preparándolos para ocupar un puesto honorable entre las naciones, a fin de encomendarles importantes cometidos sagrados. Si en vista de todo lo que había hecho por ellos, hubieran tenido fe en él, habrían soportado alegremente las incomodidades, privaciones y hasta los verdaderos sufrimientos; pero no estaban dispuestos a confiar en Dios más allá de lo que podían presenciar en las continuas evidencias de su poder. Olvidaron su amarga servidumbre en Egipto. Olvidaron las bondades y el poder que Dios había manifestado en su favor al liberarlos de la esclavitud. Olvidaron cómo sus hijos se habían salvado cuando el ángel exterminador dio muerte a todos los primogénitos de Egipto. Olvidaron la gran demostración del poder divino en el Mar Rojo. Olvidaron que mientras ellos habían cruzado con felicidad el sendero abierto especialmente para ellos, los ejércitos enemigos, al intentar perseguirlos, se habían hundido en las aguas del mar. Veían y sentían tan solo las incomodidades y pruebas que estaban soportando, y en lugar de decir: “Dios ha hecho grandes cosas con nosotros, ya que habiendo sido esclavos, nos hace una nación grande”, hablaban de las durezas del camino, y se preguntaban cuándo terminaría su tedioso peregrinaje. PP 265.2

Domingo, 10 Agosto

Aguas amargas


Lee Éxodo 15: 22 al 27. Tras el cruce del Mar Rojo, ¿cuál fue el trasfondo del primer milagro realizado?

Desde el mar rojo, las huestes de Israel reanudaron la marcha guiadas otra vez por la columna de nube. El panorama que los rodeaba era de lo más lúgubre: estériles y desoladas montañas, áridas llanuras, y el mar que se extendía a lo lejos, con sus riberas cubiertas de los cuerpos de sus enemigos. No obstante, estaban llenos de regocijo porque ya eran libres, y todo pensamiento de descontento se había acallado. PP 263.1

Pero durante tres días de marcha no pudieron encontrar agua. La provisión que habían traído estaba agotada. No había nada que apagara la sed abrasadora mientras avanzaban lenta y penosamente a través de las llanuras calcinadas por el sol. Moisés, quien conocía esa región, sabía lo que los demás ignoraban, que en Mara, el lugar más cercano donde hallarían fuentes, el agua no era apta para beber. Con gran ansiedad observaba la nube guiadora. Con el corazón desfalleciente oyó el regocijado grito: “¡Agua, agua!” que resonaba por todas las filas. Los hombres, las mujeres y los niños con alegre prisa se agolparon alrededor de la fuente, cuando un grito de angustia salió de la hueste. El agua era amarga. PP 263.2

En su horror y desesperación reprocharon a Moisés por haberlos dirigido por ese camino, sin recordar que la divina presencia, mediante aquella misteriosa nube, era quien los había estado guiando tanto a él como a ellos mismos. En su tristeza por la desesperación del pueblo, Moisés hizo lo que ellos se habían olvidado de hacer; imploró fervorosamente la ayuda de Dios. “Entonces Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron”. Éxodo 15:25. Allí se le prometió a Israel por medio de Moisés: “Si escuchas atentamente la voz de Jehová, tu Dios, y haces lo recto delante de sus ojos, das oído a sus mandamientos y guardas todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié sobre los egipcios traeré sobre ti, porque yo soy Jehová, tu sanador”. Vers. 26. PP 264.1

Lunes, 11 Agosto

Codornices y maná


Lee Éxodo 16: 1 al 36. ¿Por qué se quejaron los israelitas y qué ocurrió luego?

Un mes después de haber salido de Egipto, establecieron su primer campamento en el desierto. Sus provisiones alimenticias se estaban agotando. Había escasez de hierba en el desierto, y sus rebaños comenzaban a disminuir. ¿Cómo podía suministrarse alimento a esta enorme multitud? Las dudas se apoderaron de sus corazones, y otra vez murmuraron. Hasta los jefes y ancianos del pueblo se unieron para quejarse contra los caudillos nombrados por Dios: “Ojalá hubiéramos muerto a manos de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos ante las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos, pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”. Véase Éxodo 16-18. PP 264.2

Hasta entonces no habían sufrido de hambre; sus necesidades habían sido suplidas, pero temían por el futuro. No podían concebir cómo esta enorme multitud podría subsistir en su viaje por el desierto, y en su imaginación veían a sus hijos muriendo de hambre. El Señor permitió que se vieran cercados de dificultades, y que sus provisiones alimenticias disminuyeran, para que sus corazones se dirigieran hacia el que hasta entonces había sido su Libertador. Si en su necesidad clamaban a él, les otorgaría señales de su amor y cuidado. Les había prometido que si obedecían sus mandamientos, ninguna enfermedad los afligiría, y fue una muestra de incredulidad suponer que ellos o sus hijos morirían de hambre. PP 264.3

Dios no había olvidado las necesidades de Israel. Dijo a Moisés: “Yo os haré llover pan del cielo”. Y mandó al pueblo recoger una provisión diaria, y doble cantidad el día sexto, para que se cumpliera la observancia sagrada del sábado. PP 267.1

Moisés aseguró a la congregación que sus necesidades serían satisfechas: “Jehová os dará por la tarde carne para comer, y por la mañana pan hasta saciaros, porque Jehová ha oído lo que habéis murmurado contra él. PP 267.2

Al caer la noche, todo el campamento estuvo rodeado de enormes bandadas de codornices, suficientes para suplir las demandas de toda la multitud. Y por la mañana “apareció sobre la faz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como escarcha sobre la tierra”. “Era como una semilla de culantro, blanco”. El pueblo lo llamó maná. Moisés dijo: Este “es el pan que Jehová os da para comer”. Vers. 15. El pueblo recogió el maná, y encontraron que había abundante provisión para todos. “Molían en molinos, o majaban en morteros, y lo cocían en caldera, o hacían de él tortas”; y era “su sabor como de hojuelas con miel”. Números 11:8. Se les ordenó recoger diariamente un gomer por persona, sin dejar nada para el otro día. Algunos trataron de guardar una provisión para el día siguiente, pero hallaron entonces que ya no era bueno para comer. La provisión para el día debía juntarse por la mañana; pues todo lo que permanecía en el suelo era derretido por el sol. PP 267.4

Martes, 12 Agosto

Agua de la roca


Lee Éxodo 17: 1 al 7. ¿Qué lección debería haber aprendido el pueblo de este incidente?

Después de salir del desierto de Sin, los israelitas acamparon en Refidín. Allí no había agua, y de nuevo desconfiaron de la providencia de Dios. En su ceguera y presunción el pueblo vino a Moisés con la exigencia: “Danos agua para que bebamos”. Pero Moisés no perdió la paciencia. “¿Por qué disputáis conmigo? ¿Por qué tentáis a Jehová?” Ellos exclamaron airados: “¿Por qué nos hiciste subir de Egipto, para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?” PP 269.3

Cuando se los había abastecido abundantemente de alimentos, recordaron con vergüenza su incredulidad y sus murmuraciones, y prometieron que en el futuro confiarían en el Señor; pero pronto olvidaron su promesa, y fracasaron en la primera prueba de su fe. La columna de nube que los dirigía, parecía esconder un terrible misterio. Y Moisés, ¿quién era él?, preguntaban, ¿y cuál sería su objetivo al sacarlos de Egipto? La sospecha y la desconfianza llenaron sus corazones, y osadamente lo acusaron de planificar matarlos a ellos y a sus hijos mediante privaciones y penurias, con el objeto de enriquecerse con los bienes de ellos. En la confusión de la ira y la indignación que los dominó, estuvieron a punto de apedrear a Moisés. PP 269.4

Angustiado, Moisés clamó al Señor: “¿Qué haré con este pueblo?” Se le dijo que, llevando la vara con que había hecho milagros en Egipto, y acompañado de los ancianos, se presentara ante el pueblo. Y el Señor le dijo: “Allí yo estaré ante ti sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrán de ella aguas para que beba el pueblo”. Moisés obedeció y brotaron las aguas en una corriente viva que proporcionó agua en abundancia a todo el campamento. En lugar de mandar a Moisés que levantara su vara para traer sobre los promotores de aquella inicua murmuración alguna terrible plaga como las de Egipto, el Señor, en su gran misericordia, usó la vara como instrumento de liberación. PP 270.1

“Hendió las peñas en el desierto y les dio a beber como de grandes abismos, pues sacó de la peña corrientes e hizo descender aguas como ríos”. Salmos 78:15, 16. Moisés hirió la peña, pero fue el Hijo de Dios el que, escondido en la columna de nube, estaba junto a Moisés e hizo brotar las vivificadoras corrientes de agua. No solo Moisés y los ancianos, sino también toda la multitud que estaba de pie a lo lejos, presenciaron la gloria del Señor; pero si se hubiera apartado la columna de nube, habrían perecido a causa del terrible fulgor de Aquel que estaba en ella. PP 270.2

La sed llevó al pueblo a tentar a Dios, diciendo: “¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?” Si el Señor nos ha traído aquí, ¿por qué no nos da el agua como nos da el pan? Al manifestarse de esa manera, aquella era una incredulidad criminal, y Moisés temió que los juicios de Dios cayeran sobre el pueblo. Y como recuerdo de ese pecado llamó a aquel sitio: Masa, “tentación”, y Meriba, “rencilla”. PP 270.3

Miércoles, 13 Agosto

Jetro


Lee Éxodo 18: 1 al 27. ¿Qué pasos importantes en la historia de la nación tuvieron lugar aquí?

No muy lejos del sitio donde los israelitas estaban acampando se hallaba la casa de Jetro, el suegro de Moisés. Jetro había oído hablar de la liberación de los hebreos, y fue a visitarlos, para llevar a la presencia de Moisés su esposa y sus dos hijos. El gran jefe supo, mediante mensajeros, que su familia se acercaba y salió con regocijo a recibirla. Terminados los primeros saludos, la condujo a su tienda. Moisés había hecho regresar a su familia cuando iba a cumplir su peligrosa tarea de sacar a los israelitas de Egipto, pero ahora nuevamente podría gozar del alivio y el consuelo de su compañía. Relató a Jetro la manera en que Dios había obrado maravillosamente en favor de Israel, y el patriarca se regocijó y bendijo al Señor, y se unió a Moisés y a los ancianos para ofrecer sacrificios y celebrar una fiesta solemne en conmemoración de la misericordia de Dios. PP 272.2

Durante su estada en el campamento, Jetro vio lo pesadas que eran las cargas que recaían sobre Moisés. Era una tarea tremenda la de mantener el orden y la disciplina entre aquella gran multitud ignorante y sin experiencia. Moisés era su jefe y legislador reconocido, y atendía no solo a los intereses y deberes generales del pueblo, sino también a las disputas que surgían entre ellos. Había estado haciéndolo porque le daba la oportunidad de instruirlos; o de declararles, como dijo, “los preceptos de Dios y sus leyes”. Pero Jetro objetó diciendo: “Desfallecerás del todo, tú y también este pueblo que está contigo, porque el trabajo es demasiado pesado para ti y no podrás hacerlo tú solo”. Y aconsejó a Moisés que nombrara a personas capacitadas como “jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez”. Debían ser ““hombres virtuosos, temerosos de Dios, hombres veraces, que aborrezcan la avaricia”. Habrían de juzgar los asuntos de menor importancia, mientras que los casos más difíciles e importantes continuarían trayéndose a Moisés, quien iba a estar por el pueblo, “delante de Dios, y -dijo Jetro- somete tú los asuntos a Dios. Enséñales los preceptos y las leyes, muéstrales el camino por donde deben andar y lo que han de hacer”. Este consejo fue aceptado, y no solo alivió a Moisés, sino que también estableció mejor orden entre el pueblo. Véase Éxodo 18. PP 272.3

El Señor había honrado grandemente a Moisés, y había realizado maravillas por su mano; pero el hecho de que ser escogido para instruir a otros, no lo indujo a creer que él mismo no necesitaba instrucción. El escogido caudillo de Israel escuchó de buena gana las amonestaciones del piadoso sacerdote de Madián, y adoptó su plan como una sabia disposición. PP 273.1

De acuerdo con este plan, “escogió Moisés varones de virtud del pueblo de Israel, y púsolos por cabezas sobre el pueblo, caporales sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta, y sobre diez, Y juzgaban al pueblo en todo tiempo: el negocio arduo traíanlo a Moisés, y ellos juzgaban todo negocio pequeño.” Éxodo 18:19-26. HAp 77.2

Jueves, 14 Agosto

El Pan y el Agua de vida


Lee 1 Corintios 10: 11. ¿Qué razón aduce Pablo para que estos acontecimientos quedaran registrados?

Los viajes de los hijos de Israel están fielmente descritos; la liberación que el Señor realizó en favor de ellos, su perfecta organización y orden especial, su pecado al murmurar contra Moisés, y de ese modo contra Dios, sus transgresiones, sus rebeliones, sus castigos, sus cadáveres esparcidos en el desierto por no haber querido someterse a las sabias disposiciones de Dios. Todo este fiel cuadro se despliega ante nosotros como una amonestación para que no sigamos su ejemplo de desobediencia, y caigamos como ellos.

"Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto. Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar. Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil. Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor. Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga" 1 Corintios 10:5-12. ¿Ha dejado Dios de ser un Dios de orden? No; es el mismo en la dispensación actual como en la anterior. Pablo dice: "Dios no es Dios de confusión, sino de paz". 1 Corintios 14:33. Pone hoy tanta atención a los detalles como entonces. Y es su designio que aprendamos lecciones de orden y organización a partir del orden perfecto instituido en los días de Moisés para beneficio de los hijos de Israel. 1TPI 564.2 - 1TPI 564.3

Lee Juan 4: 7 al 15 y 6: 31 al 51. ¿Qué verdades se nos revelan aquí a los cristianos?

No se obtiene la justicia por conflictos penosos, ni por rudo trabajo, ni aun por dones o sacrificios; es concedida gratuitamente a toda alma que tiene hambre y sed de recibirla. “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad, y comed... sin dinero y sin precio”. “Su justicia es de mí, dice Jehová”. “Este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, Justicia Nuestra”.27Isaías 55:1; 54:17 (VM); Jeremías 23:6. DMJ 20.5

No hay agente humano que pueda proporcionar lo que satisfaga el hambre y la sed del alma. Pero dice Jesús: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”.28Apocalipsis 3:20; Juan 6:35. DMJ 21.1

Así como necesitamos alimentos para sostener nuestras fuerzas físicas, también necesitamos a Cristo, el pan del cielo, para mantener la vida espiritual y para obtener energía con que hacer las obras de Dios. Y de la misma manera como el cuerpo recibe constantemente el alimento que sostiene la vida y el vigor, así el alma debe comunicarse sin cesar con Cristo, sometiéndose a él y dependiendo enteramente de él. DMJ 21.2

Al modo como el viajero fatigado que, hallando en el desierto la buscada fuente, apaga su sed abrasadora, el cristiano buscará y obtendrá el agua pura de la vida, cuyo manantial es Cristo. DMJ 21.3

Viernes, 15 Agosto

Reflexión adicional

La historia de la vida de Israel en el desierto fue escrita para beneficio del Israel de Dios hasta el fin del tiempo. El relato de cómo trató Dios a los peregrinos en todo su recorrido por el desierto, en su exposición al hambre, a la sed y al cansancio, y en las grandiosas manifestaciones de su poder para aliviarlos, está lleno de advertencias e instrucciones para su pueblo de todas las edades. Las variadas experiencias de los hebreos eran una escuela destinada a prepararlos para su prometido hogar en Canaán. Dios quiere que su pueblo de estos días repase con corazón humilde y espíritu dócil las pruebas a través de las cuales el Israel antiguo tuvo que pasar, para que lo ayuden en su preparación para la Canaán celestial. PP 265.3

Muchos recuerdan a los israelitas de antaño, y se maravillan de su incredulidad y murmuración, creyendo que ellos no habrían sido tan ingratos; pero cuando se prueba su fe, aun en las menores dificultades, no manifiestan más fe o paciencia que los antiguos israelitas. Cuando se los coloca en situaciones estrechas, murmuran contra los medios que Dios eligió para purificarlos. Aunque se suplan sus necesidades presentes, muchos se niegan a confiar en Dios para el futuro, y viven en constante ansiedad por temor a que los alcance la pobreza, y que sus hijos tengan que sufrir a causa de ellos. Algunos están siempre en espera del mal, o agrandan de tal manera las dificultades que realmente existen, que sus ojos se incapacitan para ver las muchas bendiciones que demandan su gratitud. Los obstáculos que encuentran, en vez de guiarlos a buscar la ayuda de Dios, única fuente de fortaleza, los separan de él, porque despiertan inquietud y quejas. PP 265.4

¿Hacemos bien en ser tan incrédulos? ¿Por qué somos ingratos y desconfiados? Jesús es nuestro amigo; todo el cielo está interesado en nuestro bienestar; y nuestra ansiedad y temor apesadumbran al Santo Espíritu de Dios. No debemos abandonarnos a la ansiedad que nos irrita y desgasta, y que en nada nos ayuda a soportar las pruebas. No debe darse lugar a esa desconfianza en Dios que nos lleva a hacer de la preparación para las necesidades futuras el objeto principal de la vida, como si nuestra felicidad dependiera de las cosas terrenales. No es voluntad de Dios que su pueblo esté cargado de preocupaciones. Pero nuestro Señor no nos dice que no habrá peligros en nuestro camino. No es su propósito sacar a su pueblo del mundo de pecado e iniquidad, sino que nos indica un refugio siempre seguro. Invita a los cansados y agobiados: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar”. Mateo 11:28. Deponed el yugo de la ansiedad y de las preocupaciones mundanales que habéis colocado sobre vuestra cabeza, y “llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas”. Vers. 29. Podemos encontrar descanso y paz en Dios, “echando toda nuestra ansiedad en él, porque él tiene cuidado de nosotros”. 1 Pedro 5:7. PP 266.1

Dice el apóstol Pablo: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón tan malo e incrédulo que se aparte del Dios vivo”. Hebreos 3:12. En vista de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, nuestra fe debe ser fuerte, activa y duradera. En vez de murmurar y quejarnos, el lenguaje de nuestros corazones debe ser: “Bendice, alma mía, a Jehová; y bendigan todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”. Salmos 103:1, 2. PP266.2