Apostasía e intercesión

Lección 11, 3er trimestre, 6-12 de septiembre de 2025

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Tarde del sábado, 6 de septiembre

Para memorizar:

“Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito. RVR1960 — Éxodo 32:31, 32


“Moisés manifestó su gran amor por el pueblo al suplicar al Señor que perdonara sus pecados o borrara su nombre del libro que había escrito. Sus intercesiones aquí ilustran el amor y la mediación de Cristo por la raza pecadora. El Señor se negó a permitir que Moisés sufriera por los pecados de su pueblo descarriado. Le declaró que borraría de su libro a aquellos que habían pecado contra él, pues los justos no deben sufrir por la culpa de los pecadores. El libro al que se refiere aquí es el libro de registros del cielo, donde se anotan todos los nombres y se escriben fielmente sus actos, sus pecados y su obediencia. Cuando alguien comete pecados demasiado graves para que el Señor los perdone, su nombre es borrado del libro y es condenado a la destrucción. Aunque Moisés era consciente del terrible destino de aquellos cuyos nombres serían borrados del libro de Dios, declaró claramente ante Dios que si los nombres de su pueblo Israel, que había pecado, eran borrados y ya no eran recordados por él para bien, deseaba que su nombre fuera borrado junto con los de ellos. Porque nunca podría soportar ver la plenitud de su ira caer sobre el pueblo para el que había obrado tales maravillas.” 3SG 285.1

Domingo 7 de Septiembre 

Liderazgo fallido

“En ausencia de Moisés, el poder judicial había sido confiado a Aarón, y una enorme multitud se reunió alrededor de su tienda para presentarle esta exigencia: “Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque a Moisés, ese hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido” (véase el Apéndice, nota 7). La nube, dijeron ellos, que hasta ahora los guiara, se había posado permanentemente sobre el monte, y ya no dirigía más su peregrinación. Querían tener una imagen en su lugar; y si, como se había sugerido, decidían volver a Egipto, hallarían favor ante los egipcios si llevaban esa imagen ante ellos y la reconocían como su dios. PP 288.3

“Para hacer frente a semejante crisis, hacía falta un hombre de firmeza, decisión, y ánimo imperturbable, un hombre que considerara el honor de Dios sobre el favor popular, sobre su seguridad personal y su misma vida. Pero el jefe provisional de Israel no tenía ese carácter. Aarón reprochó débilmente al pueblo, y su vacilación y timidez en el momento crítico no sirvieron sino para hacerlos más decididos en su propósito. El tumulto creció. Un frenesí ciego e irrazonable pareció posesionarse de la multitud. Algunos permanecieron fieles a su pacto con Dios; pero la mayor parte del pueblo se unió a la apostasía. Unos pocos, que osaron denunciar la propuesta imagen como idolatría, fueron atacados y maltratados, y en la confusión y el alboroto perdieron la vida. PP 289.1

“Aarón temió por su propia seguridad; y en vez de ponerse noblemente de parte del honor de Dios, cedió a las demandas de la multitud. Su primer acto fue ordenar que el pueblo quitara todos sus aretes de oro y se los trajera. Esperaba que el orgullo haría que rehusaran semejante sacrificio. Pero entregaron de buena gana sus adornos, con los cuales él fundió un becerro semejante a los dioses de Egipto. El pueblo exclamó: “¡Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de Egipto!” Con vileza, Aarón permitió este insulto a Jehová. Y fue aún más lejos. Viendo la satisfacción con que se había recibido el becerro de oro, hizo construir un altar ante él e hizo proclamar: “Mañana será fiesta a Jehová”. El anunció fue proclamado por medio de trompetas de compañía en compañía por todo el campamento. “Al día siguiente madrugaron, ofrecieron holocaustos y presentaron ofrendas de paz. Luego se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse”. Con el pretexto de celebrar una “fiesta a Jehová”, se entregaron a la glotonería y la orgía licenciosa. PP 289.2

“¡Cuán a menudo, en nuestros propios días, se disfraza el amor al placer bajo la “apariencia de piedad”! Una religión que permita a los hombres, mientras observan los ritos del culto, dedicarse a la satisfacción del egoísmo o la sensualidad, es tan agradable a las multitudes actuales como lo fue en los días de Israel. Y hay todavía Aarones dóciles que, mientras desempeñan cargos de autoridad en la iglesia, ceden a los deseos de los miembros no consagrados, y así los incitan al pecado.” PP 289.3


Lea Éxodo 32:1-6. ¿Cómo fue posible que el liderazgo de Aarón fracasara de manera tan espectacular?

“En ausencia de Moisés, el poder judicial había sido confiado a Aarón, y una enorme multitud se reunió alrededor de su tienda para presentarle esta exigencia: “Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque a Moisés, ese hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido” (véase el Apéndice, nota 7). La nube, dijeron ellos, que hasta ahora los guiara, se había posado permanentemente sobre el monte, y ya no dirigía más su peregrinación. Querían tener una imagen en su lugar; y si, como se había sugerido, decidían volver a Egipto, hallarían favor ante los egipcios si llevaban esa imagen ante ellos y la reconocían como su dios. PP 288.3

“Para hacer frente a semejante crisis, hacía falta un hombre de firmeza, decisión, y ánimo imperturbable, un hombre que considerara el honor de Dios sobre el favor popular, sobre su seguridad personal y su misma vida. Pero el jefe provisional de Israel no tenía ese carácter. Aarón reprochó débilmente al pueblo, y su vacilación y timidez en el momento crítico no sirvieron sino para hacerlos más decididos en su propósito. El tumulto creció. Un frenesí ciego e irrazonable pareció posesionarse de la multitud. Algunos permanecieron fieles a su pacto con Dios; pero la mayor parte del pueblo se unió a la apostasía. Unos pocos, que osaron denunciar la propuesta imagen como idolatría, fueron atacados y maltratados, y en la confusión y el alboroto perdieron la vida. PP 289.1

“Aarón temió por su propia seguridad; y en vez de ponerse noblemente de parte del honor de Dios, cedió a las demandas de la multitud. Su primer acto fue ordenar que el pueblo quitara todos sus aretes de oro y se los trajera. Esperaba que el orgullo haría que rehusaran semejante sacrificio. Pero entregaron de buena gana sus adornos, con los cuales él fundió un becerro semejante a los dioses de Egipto. El pueblo exclamó: “¡Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de Egipto!” Con vileza, Aarón permitió este insulto a Jehová. Y fue aún más lejos. Viendo la satisfacción con que se había recibido el becerro de oro, hizo construir un altar ante él e hizo proclamar: “Mañana será fiesta a Jehová”. El anunció fue proclamado por medio de trompetas de compañía en compañía por todo el campamento. “Al día siguiente madrugaron, ofrecieron holocaustos y presentaron ofrendas de paz. Luego se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse”. Con el pretexto de celebrar una “fiesta a Jehová”, se entregaron a la glotonería y la orgía licenciosa. PP 289.2

“¡Cuán a menudo, en nuestros propios días, se disfraza el amor al placer bajo la “apariencia de piedad”! Una religión que permita a los hombres, mientras observan los ritos del culto, dedicarse a la satisfacción del egoísmo o la sensualidad, es tan agradable a las multitudes actuales como lo fue en los días de Israel. Y hay todavía Aarones dóciles que, mientras desempeñan cargos de autoridad en la iglesia, ceden a los deseos de los miembros no consagrados, y así los incitan al pecado.” PP 289.3

Lunes 8 de Septiembre 

Idolatría y maldad


Lee Éxodo 32:6. ¿A dónde los llevó rápidamente su idolatría? (Véase también Sal. 115:4-8; Sal. 135:15-18; Isa. 44:9, 10).

“Habían pasado solamente unos pocos días desde que los hebreos habían hecho un pacto solemne con Dios, prometiendo obedecer su voz. Habían temblado de terror ante el monte, al escuchar las palabras del Señor: “No tendrás ajenos dioses delante de mí”. Éxodo 20:3. La gloria de Dios que aun cubría el Sinaí estaba a la vista de la congregación; pero ellos le dieron la espalda y pidieron otros dioses. “Hicieron un becerro en Horeb, se postraron ante una imagen de fundición. Así cambiaron su gloria por la imagen de un buey que come hierba”. Salmos 106:19, 20. ¡Cómo podrían haber demostrado mayor ingratitud, o insultado más osadamente al que había sido para ellos un padre tierno y un rey todopoderoso! PP 289.4

¿De qué manera la apostasía del becerro de oro refleja lo que está escrito en Romanos 1:22-27?

“Mientras Moisés estaba en el monte, se le comunicó la apostasía ocurrida en el campamento, y se le indicó que regresara inmediatamente. “Anda, desciende, porque tu pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto, se ha corrompido. Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, lo han adorado, le han ofrecido sacrificios”. Dios hubiera podido detener el movimiento desde un principio; pero toleró que llegara hasta este punto para enseñar una lección mediante el castigo que iba a dar a la traición y la apostasía.” PP 290.1

“El mundo no puede conocer a Dios en su sabiduría humana. Sus sabios obtienen un conocimiento imperfecto de Dios, de sus obras creadas, y luego, en su necedad, exaltan la naturaleza y sus leyes por encima del Dios de la naturaleza. Los que no tienen un conocimiento de Dios mediante la aceptación de la revelación que ha hecho de sí mismo en Cristo, obtendrán solamente un conocimiento imperfecto de él en la naturaleza, y ese conocimiento, lejos de dar conceptos elevados de Dios y de colocar a todo el ser en conformidad con la voluntad divina, convierte a los hombres en idólatras. Profesando ser sabios, se hacen necios.” 1MS 346.3

Martes 9 de Septiembre 

Corrompiéndose a sí mismos


Lea Éxodo 32:7, 8. ¿Por qué envió Dios a Moisés de vuelta al campamento de Israel?

“Mientras Moisés estaba en el monte, se le comunicó la apostasía ocurrida en el campamento, y se le indicó que regresara inmediatamente. “Anda, desciende, porque tu pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto, se ha corrompido. Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, lo han adorado, le han ofrecido sacrificios”. Dios hubiera podido detener el movimiento desde un principio; pero toleró que llegara hasta este punto para enseñar una lección mediante el castigo que iba a dar a la traición y la apostasía. PP 317.4

“El pacto de Dios con su pueblo había sido anulado, y él declaró a Moisés: “Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira contra ellos y los consuma; pero de ti yo haré una nación grande”.

El pueblo de Israel, especialmente la “multitud mixta”, estaba siempre dispuesto a rebelarse contra Dios. También murmuraban contra Moisés y lo afligían con su incredulidad y testarudez, por lo cual iba a ser una obra laboriosa y aflictiva conducirlos hasta la tierra Sus pecados ya les habían hecho perder el favor de Dios, y la justicia exigía, su destrucción. El Señor, por lo tanto, dispuso destruirlos y hacer de Moisés una nación poderosa.” PP 290.2-290.3

Si una multitud mixta no hubiese salido de Egipto en el tiempo de Moisés, el Movimiento del Éxodo habría ido a la tierra prometida en unas pocas semanas. Pero ¡debido a que en el Movimiento muchos de los que seguían estaban poseídos de un espíritu diferente de aquel de Caleb y Josué, el Movimiento se atrasó cuarenta años de lo que estaba programado para entrar en la tierra prometida!

Miércoles 10 de Septiembre 

La ira justa de Dios


Lea Éxodo 32:9-29. ¿Cuál fue la reacción de Moisés ante la amenaza de Dios de destruir a Israel?

““Ahora pues, déjame que se encienda mi ira contra ellos, y los consuma”, había dicho el Señor. Si Dios se había propuesto destruir a Israel, ¿quién podía interceder por ellos? ¡Cuántos hubieran abandonado a los pecadores a su suerte! ¡Cuántos hubieran cambiado de buena gana el trabajo, la carga y el sacrificio, compensados con ingratitud y murmuración, por una posición más cómoda y honorable, cuando era Dios mismo el que ofrecía cambiar la situación! PP 290.4

“Pero Moisés veía una base de esperanza donde únicamente aparecían motivos de desaliento e ira. Las palabras de Dios: “Ahora, pues, dejame”, las entendió, no como una prohibición, sino como un aliciente a interceder; entendió que nada excepto sus oraciones podía salvar a Israel, y que si él lo pedía, Dios perdonaría a su pueblo. “Oró en presencia de Jehová, su Dios, y dijo: “¿Por qué, Jehová, se encenderá tu furor contra tu pueblo, el que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte?”” PP 290.5

“Cuando Moisés y Josué bajaron del monte, con “las dos tablas del testimonio”, oyeron los gritos de la multitud excitada, que evidentemente se hallaba en un estado de alocada conmoción. Josué, como soldado, pensó primero que se trataba de un ataque de sus enemigos. “Hay gritos de pelea en el campamento”, dijo. Pero Moisés juzgó más acertadamente la naturaleza de la conmoción. No era ruido de combate, sino de festín. “No son voces de vencedores, ni alaridos de vencidos; oigo cánticos de coros”.” PP 291.4

“Al acercarse más al campamento, vieron al pueblo que gritaba y bailaba alrededor de su ídolo. Era una escena de libertinaje pagano, una imitación de las fiestas idólatras de Egipto; pero ¡cuán distinta era del solemne y reverente culto de Dios! Moisés quedó anonadado. Venía de la presencia de la gloria de Dios, y aunque se le había advertido lo que pasaba, no estaba preparado para aquella terrible muestra de la degradación de Israel. Su ira se encendió. Para demostrar cuánto aborrecía ese crimen, arrojó al suelo las tablas de piedra, que se quebraron a la vista del pueblo, dando a entender en esta forma que así como ellos habían roto su pacto con Dios, así también Dios rompía su pacto con ellos. PP 292.1

“Moisés entró en el campamento, atravesó la multitud enardecida, tomó el ídolo y lo arrojó al fuego. Después lo hizo polvo, lo esparció en el arroyo que descendía del monte y ordenó al pueblo beber de él. Así les demostró la completa inutilidad del dios que habían estado adorando. PP 292.2

“El gran jefe hizo comparecer ante él a su hermano culpable, y le preguntó severamente: “¿Qué te ha hecho este pueblo, para que hayas traído sobre él tan gran pecado?” Aarón trató de defenderse explicando los clamores del pueblo; dijo que si no hubiera accedido a sus deseos, lo habrían matado. “No se enoje mi señor. Tú conoces al pueblo, que es inclinado al mal. Ellos me dijeron: “Haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque a Moisés, ese hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido”. Y yo les respondí: “El que tenga oro, que lo aparte”. Me lo dieron, lo eché en el fuego y salió este becerro”. Trató de hacerle creer a Moisés que se había obrado un milagro, que el oro había sido arrojado al fuego, y que mediante una fuerza sobrenatural se convirtió en un becerro. Pero de nada le valieron sus excusas y subterfugios. Fue tratado como el principal ofensor.” PP 292.3

Jueves 11 de Septiembre 

Intercesión


Lea Éxodo 32:30-32. ¿Hasta dónde llegó Moisés en su oración intercesora por los pecadores?

“Pero Moisés veía una base de esperanza donde únicamente aparecían motivos de desaliento e ira. Las palabras de Dios: “Ahora, pues, dejame”, las entendió, no como una prohibición, sino como un aliciente a interceder; entendió que nada excepto sus oraciones podía salvar a Israel, y que si él lo pedía, Dios perdonaría a su pueblo. “Oró en presencia de Jehová, su Dios, y dijo: “¿Por qué, Jehová, se encenderá tu furor contra tu pueblo, el que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte?”” PP 290.5

“Dios había dado a entender que rechazaba a su pueblo. Había hablado a Moisés como de “tu pueblo que [tú] sacaste de tierra de Egipto”. Véase Éxodo 32:7 (RVA). Pero Moisés humildemente no aceptó que él fuera el jefe de Israel. No era su pueblo, sino el de Dios, “tu pueblo, el que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte? ¿Por qué han de decir los egipcios: “Para mal los sacó, para matarlos en los montes y para exterminarlos de sobre la faz de la tierra?””.” PP 291.1

“Durante los pocos meses transcurridos desde que Israel había salido de Egipto, los informes de su maravillosa liberación se habían difundido entre todas las naciones circunvecinas. Un gran temor y terribles presagios dominaban a los paganos. Todos estaban observando para ver qué haría el Dios de Israel por su pueblo. Si este era destruido ahora, sus enemigos triunfarían, y Dios sería deshonrado. Los egipcios alegarían que sus acusaciones eran verdaderas, que Dios, en lugar de dirigir a su pueblo al desierto para que hiciera sacrificios, lo había llevado para sacrificarlo. No tendrían en cuenta los pecados de Israel; la destrucción del pueblo al cual Dios había honrado tan señaladamente cubriría de oprobio su nombre. ¡Cuán grande es la responsabilidad que descansa sobre aquellos a quienes Dios honró en gran manera para enaltecer su nombre en la tierra! ¡Con cuánto cuidado deben evitar el pecado para no provocar los juicios de Dios y no hacer que su nombre sea calumniado por los impíos! PP 291.2

“Mientras Moisés intercedía por Israel, perdió su timidez, movido por el profundo interés y amor que sentía hacia aquellos en cuyo favor él había hecho tanto como instrumento en las manos de Dios. El Señor escuchó sus súplicas y otorgó lo que pedía tan desinteresadamente. Examinó a su siervo; probó su fidelidad y su amor hacia aquel pueblo ingrato, inclinado a errar, y Moisés soportó noblemente la prueba. Su interés por Israel no provenía de motivos egoístas. Apreciaba la prosperidad del pueblo escogido de Dios más que su honor personal, más que el privilegio de llegar a ser el padre de una nación poderosa. Dios se sintió complacido por la fidelidad de Moisés, por su sencillez de corazón y su integridad; y le dio, como a un fiel pastor, la gran misión de conducir a Israel a la tierra prometida.” PP 291.3

Viernes 12 de Septiembre 

Reflexión adicional

“El hecho de que Aarón había sido bendecido y honrado más que el pueblo, hacía tanto más odioso su pecado. Aarón fue “el santo de Jehová” (Salmos 106:16), el que había hecho el ídolo y anunciado la fiesta. Fue él, que había sido nombrado portavoz de Moisés y acerca de quien Dios mismo había manifestado: “Yo sé que él puede hablar bien” (Éxodo 4:14), el que no impidió a los idólatras que cumplieran su osado propósito contra el cielo. Fue Aarón, por medio de quien Dios había obrado y enviado juicios sobre los egipcios y sus dioses, el que sin inmutarse oyó proclamar ante la imagen fundida: “Estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto”. Fue él, quien presenció la gloria del Señor cuando estuvo con Moisés en el monte y que no había visto nada en ella de lo cual pudiese hacerse una imagen, el que trocó aquella gloria en la semejanza de un becerro. Fue él, a quien Dios había confiado el gobierno del pueblo en ausencia de Moisés, el que sancionó la rebelión del pueblo, por lo cual “contra Aarón también se enojó Jehová hasta querer destruirlo”. Deuteronomio 9:20. Pero en respuesta a la vehemente intercesión de Moisés, se le perdonó la vida; y porque se humilló y se arrepintió de su gran pecado le fue restablecido el favor de Dios. PP 320.4

“Si Aarón hubiera tenido valor para sostener lo recto, sin importarle las consecuencias, habría podido evitar aquella apostasía. Si hubiera mantenido inalterable su fidelidad a Dios, si hubiera recordado al pueblo los peligros del Sinaí y su pacto solemne con Dios, por el cual se habían comprometido a obedecer su ley, se habría impedido el mal. Pero su sumisión a los deseos del pueblo y la tranquila seguridad con la cual procedió a llevar a cabo los planes de ellos, los llevó a hundirse en el pecado más de lo que habían pensado. PP 293.1

“Cuando, al regresar al campamento, Moisés enfrentó a los rebeldes, sus severas reprensiones y la indignación que manifestó al quebrar las sagradas tablas de la ley contrastaron con el discurso agradable y el semblante digno de su hermano, y el apoyo de todos estuvo con Aarón. Para justificarse, Aarón trató de culpar al pueblo por la debilidad que él mismo había manifestado al acceder a sus exigencias; pero a pesar de esto el pueblo seguía admirando su bondad y paciencia. Pero Dios no ve como ven los hombres. El espíritu indulgente de Aarón y su deseo de agradar lo habían cegado de modo que no pudo ver la enormidad del crimen que estaba sancionando. Su proceder, al apoyar el pecado de Israel, costó la vida de miles de personas. ¡Cómo contrasta esto con la forma de actuar de Moisés, quien, mientras ejecutaba fielmente los juicios de Dios, demostró que el bienestar de Israel era de más valor que su propia prosperidad, su honor, o su vida! PP 293.2

“De todos los pecados que Dios castigará, ninguno es más grave ante sus ojos que el de aquellos que animan a otros a cometer el mal. Dios quiere que sus siervos demuestren su lealtad reprendiendo fielmente la transgresión, por penoso que sea hacerlo. Aquellos que han recibido el honor de un mandato divino, no han de ser débiles y dóciles contemporizadores. No han de perseguir la exaltación propia ni evitar los deberes desagradables, sino que deben realizar la obra de Dios con una fidelidad inflexible. PP 293.3

“Aunque al perdonar la vida a Israel, Dios había concedido lo pedido por Moisés, su apostasía debía de castigarse señaladamente. Si la licencia e insubordinación en que Aarón les había permitido caer no se reprimían rápidamente, concluirían en una abierta impiedad y arrastrarían a la nación a una perdición irreparable. El mal debe eliminarse con inflexible severidad.

Poniéndose a la entrada del campamento, Moisés clamó ante el pueblo: “¿Quien esté de parte e Jehová, únase a mí”. Los que no habían participado en la apostasía debían colocarse a la derecha de Moisés; los que eran culpables, pero se habían arrepentido, a la izquierda. La orden fue obedecida. Se encontró que la tribu de Leví no había participado del culto idólatra. Entre las otras tribus había muchos que, aunque habían pecado, manifestaron arrepentimiento. Pero un gran grupo formado en su mayoría por la “multitud mixta”, que instigara la fundición del becerro, persistió tercamente en su rebelión.

En el nombre del Señor Dios de Israel, Moisés ordenó a los que estaban a su derecha y que se habían mantenido limpios de la idolatría, que empuñaran sus espadas y dieran muerte a todos los que persistían en la rebelión. “Y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres”. Sin tomar en cuenta la posición, la parentela ni la amistad, los cabecillas de la rebelión fueron exterminados; pero todos los que se arrepintieron y humillaron, alcanzaron perdón.” PP 294.1-294.3