“Pero recibirán poder cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo, y me serán testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8).
La misión para salvar al mundo no puede ser más importante que la misión para salvar a la iglesia. Aumentando la membresía de la iglesia bajo las condiciones tibias laodicenses ahora prevalecientes, no podría avanzar más el Reino de Cristo, que las mismas condiciones podrían en la iglesia judía en los días de su primer advenimiento. Comprendiendo la verdadera situación en esa iglesia, Juan el Bautista y Cristo mismo, y aún los apóstoles al principio, se comprometieron a trabajar, no para el mundo en general, sino solamente en el interés de sus hermanos en la iglesia.
Como el mismo alejamiento de Cristo existe ahora dentro de la iglesia como existía entonces (Testimonios para la Iglesia, Volumen 5, páginas 201-202), exigirá esfuerzos mayores para rescatar al pueblo de su triste engaño laodicense (Testimonios para la Iglesia, Volumen 3, página 279), que si ellos estuvieran en el paganismo porque en Laodicea son enseñados a creer que tienen toda la verdad que se necesita, que son ricos y se han enriquecido y de ninguna cosa tienen necesidad, – que su salvación está para siempre segura ¡mientras que tengan membresía en la iglesia! Por eso hay mayor riesgo de perder sus almas en la iglesia mientras ella esté “tibia” y a punto de ser vomitada, que si quedara en el mundo hasta que la iglesia despierte de su sueño y se unja ella misma con el colirio, (“Verdad”), – cuando ella vea bien, haga lo recto y conduzca y alimente al rebaño debidamente.
Lee Génesis 11:1 al 9. ¿Cuáles eran las intenciones de la gente? ¿Qué quería hacer y por qué Dios se lo impidió?
Uno pensaría que después del diluvio, el mundo tendría un gran respeto por la religión y los profetas de Dios. Pero no fue el caso. Los antediluvianos no creyeron la predicción de Noé de que habría un diluvio, y ellos rehusaron entrar en el arca. Pero el diluvio vino y ellos perecieron. Los postdiluvianos no creyeron su predicción que no habría otro diluvio ¡así que ellos comenzaron a construir la torre de Babel! Pero cuando Dios vio la torre que subía tan alto, él maldijo la cumbre, y confundió el lenguaje de los edificadores. Esto es, Él borró su propio lenguaje de sus mentes y grabó en ellos los lenguajes de hoy. Así causó el nacimiento de muchas razas e idiomas los cuales encontramos hoy aún en las partes más remotas de la tierra.
No era el propósito de Dios que la gente se amontonaran en la llanura de Sinar, sino que se esparcieran y llenaran la tierra. Y cuando ellos rehusaron obedecer su mandato Él les dio lo mejor que tenía para ellos, y ellos tenían que obedecer.
Podemos ver que las obras del hombre independientes y contrarias a Dios, ciertamente terminarán en desastre. Una casa que es construida en la arena no puede sobrevivir una tormenta, y ningún hombre puede positivamente frustrar el propósito de Dios para los hombres. No haga una insensatez de sí mismo al tratarlo.
Toma años en las escuelas de los hombres para aprender un idioma, pero en la escuela de Dios, sólo toma un momento. Él puede borrar un idioma del cerebro del hombre y grabar otro, y al mismo tiempo cambiar las facciones de su rostro y el color de su piel. Si, Dios puede hacer todo esto más rápido que un odontólogo puede sacar un diente. Pero cuando se hace un cambio para mejorar o empeorar, todo depende del individuo.
Lee Génesis 12:1 al 3. ¿En qué sentido las instrucciones de Dios a Abram eran un llamado a la misión?
La fe incuestionable e infalible de Abraham y su resuelta obediencia al claro mandato del Señor en cada instancia, hicieron de él un “amigo de Dios”, el “padre de los fieles”, y un gran pilar de la viviente verdad, con un nombre para ser recordado y honrado durante todo el tiempo y la eternidad.
La fe de Jacob en las promesas de Dios, y su deseo abrumador para participar en los planes del Señor y llevarlos a cabo, resultó en que él llegara a ser progenitor de las primicias o ministerio del Reino-iglesia – aquellos que están de pie con el Cordero sobre el Monte de Sión (Apocalipsis 14:1).
La fidelidad intransigente de José a los principios le trajo al más elevado estado, en el cual llegó a ser el proveedor más grande del mundo, como tipo de Cristo, el gran Proveedor Espiritual.
Moisés, en su mansedumbre (humildad) y en su determinación “escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (Hebreos 11:25), le elevó a ser el mayor general y líder de todos los tiempos, y aún estar en el monte de la transfiguración.
El sacrificio de vida de los apóstoles por causa de Cristo y su Verdad, les ganaron el honor exaltado de tener sus nombres colocados en los fundamentos de la Santa Ciudad (Apocalipsis 21:14).
La valentía y esfuerzos incansables de Lutero para levantar la Verdad que fue pisoteada, (Daniel 8:11, 12; 11:31), le convirtió en el padre del protestantismo.
“He aquí, yo me voy ahora a mi pueblo; por tanto, ven, te indicaré lo que este pueblo ha de hacer a tu pueblo en los postreros días … Saldrá Estrella de Jacob, y se levantará cetro de Israel, y herirá las sienes de Moab, y destruirá a todos los hijos de Set. Será tomada Edom, será también tomada Seir por sus enemigos, e Israel se portará varonilmente”. Números 24:14, 17, 18.
En efecto Balaam dijo al rey de Moab: “Yo he hecho lo mejor para obtener tu favor y maldecir a Israel, pero Dios ha prevalecido. Israel ha ganado; tú y yo hemos perdido. Y aún más, déjame decirte lo que este pueblo hará a tu pueblo en los postreros días: El que tiene que regir a Israel herirá por todos lados a Moab, e Israel se portará varonilmente”.
Así fue como Balaam fue impelido a predecir el nacimiento de Cristo y Su reino, haciendo que Israel se porte varonilmente contra Moab y sus vecinos en los postreros días.
Lee Génesis 12:10 al 13:1. ¿Qué cosas le sucedieron después y qué errores cometió este hombre de Dios?
Dios había llamado a Abrahán para que fuese el padre de los fieles, y su vida había de servir como ejemplo de fe para las generaciones futuras. Pero su fe no había sido perfecta. Había manifestado desconfianza para con Dios al ocultar el hecho de que Sara era su esposa, y también al casarse con Agar. Para que pudiera alcanzar la norma más alta, Dios le sometió a otra prueba, la mayor que se haya impuesto jamás a hombre alguno. En una visión nocturna se le ordenó ir a la tierra de Moria para ofrecer allí a su hijo en holocausto en un monte que se le indicaría. P.P.127
Cuando Abraham recibió esta orden, tenía ciento veinte años. Se lo consideraba ya un anciano, aun en aquella generación. Antes había sido fuerte para arrostrar penurias y peligros, pero ya se había desvanecido el ardor de su juventud. En el vigor de la juventud, uno puede enfrentar con valor dificultades y aflicciones capaces de hacerlo desmayar en la senectud, cuando sus pies se acercan vacilantes hacia la tumba. Pero Dios había reservado a Abraham su última y más aflictiva prueba para el tiempo cuando la carga de los años pesaba sobre él y anhelaba descansar de la ansiedad y el trabajo. P.P. 127
Por obedecer con fe, Abraham había abandonado su país natal, había dejado atrás las tumbas de sus antepasados y la patria de su parentela. Había andado errante como peregrino por la tierra que sería su heredad. Había esperado durante mucho tiempo el nacimiento del heredero prometido. Por mandato de Dios, había desterrado a su hijo Ismael. Y ahora que el hijo a quien había deseado durante tanto tiempo entraba en la adultez, y el patriarca parecía estar a punto de gozar de lo que había esperado, se hallaba frente a una prueba mayor que todas las demás. P.P. 128
El gran acto de fe de Abraham descuella como un fanal de luz, que ilumina el sendero de los siervos de Dios en las edades subsiguientes. Abraham no buscó excusas para no hacer la voluntad de Dios. Durante aquel viaje de tres días tuvo tiempo suficiente para razonar, y para dudar de Dios si hubiera estado inclinado a hacerlo. Pudo pensar que si mataba a su hijo, se le consideraría asesino, como un segundo Caín, lo cual haría que sus enseñanzas fueran desechadas y menospreciadas, y de esa manera se destruiría su facultad de beneficiar a sus semejantes. Pudo alegar que la edad lo eximía de obedecer. Pero el patriarca no recurrió a ninguna de estas excusas. Abraham era humano, y sus pasiones y sus inclinaciones eran como las nuestras; pero no se detuvo a inquirir cómo se cumpliría la promesa si Isaac moría. No se detuvo a discutir con su dolorido corazón. Sabía que Dios es justo y recto en todos sus requerimientos, y obedeció el mandato al pie de la letra.
Lee Hechos 8:1 al 4. En la iglesia primitiva, ¿qué provocó la dispersión de los creyentes más allá de su zona de comodidad?
“Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río. Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca. Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”. Apocalipsis 12:13-17.
Casi todos los Cristianos están de acuerdo que la única interpretación sostenible de la “mujer” aquí mencionada, es que ella simboliza la iglesia. Y el hecho de que ella dio a luz un hijo varón, Cristo, muestra que ella, es simbólica de la iglesia por lo menos en la dispensación cristiana.
Mientras el dragón la perseguía por medio de los sacerdotes Judíos engañados quienes rechazaron a Cristo como el Mesías, “hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel. Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio”. Hechos 8:1-4.
A ella fue dada por lo tanto las alas de una gran águila – su medio de transporte hasta el desierto. Y siendo éste lo opuesto de la viña (“La casa de Israel, y los hombres de Judá planta deliciosa suya” – Isaías 5:7), el desierto obviamente denota las naciones gentiles. Los apóstoles, por lo tanto, en el cumplimiento de esta profecía eran mandados, y dados las alas, para ir rápidamente a predicar a todas las naciones.
“Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles. Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles, A fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra. Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna. Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia”. Hechos 13:46-49.
Lee Hechos 1:8. ¿Qué principio presentó Jesús en cuanto a realizar la obra de compartir y de ser sus testigos al mundo?
"Y confirmará el pacto con muchos durante una semana". La "semana" aquí mencionada es la última de las setenta; son los últimos siete años del período asignado especialmente a los judíos. Durante este tiempo, que se extiende desde el año 27 d.C. hasta el 34 d.C., Cristo, primero en persona y después por medio de sus discípulos, extendió la invitación evangélica especialmente a los judíos. Cuando los apóstoles salieron con las buenas nuevas del reino, la dirección del Salvador fue: "No vayáis por camino de gentiles, ni entréis en ciudad de samaritanos, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel". Mateo 10:5, 6. CIHS 85.1 en inglés
"'A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda'. En el año 31 d.C., tres años y medio después de su bautismo, nuestro Señor fue crucificado. Con el gran sacrificio ofrecido en el Calvario, terminó aquel sistema de ofrendas que durante cuatro mil años había señalado al Cordero de Dios. El tipo se había encontrado con el antitipo, y todos los sacrificios y oblaciones del sistema ceremonial cesaban allí. CIHS 85.2 en inglés
"Las setenta semanas, o 490 años, especialmente asignados a los judíos, terminaron, como hemos visto, en el año 34 d.C. En ese momento, mediante la acción del Sanedrín judío, la nación selló su rechazo del evangelio con el martirio de Esteban y la persecución de los seguidores de Cristo. Entonces, el mensaje de salvación, ya no restringido al pueblo elegido, fue entregado al mundo. Los discípulos, obligados por la persecución a huir de Jerusalén, "iban por todas partes anunciando la palabra". Felipe bajó a la ciudad de Samaria y les anunció a Cristo". Pedro, guiado divinamente, abrió el evangelio al centurión de Cesarea, el temeroso de Dios Cornelio; y el ardiente Pablo, ganado a la fe de Cristo, fue comisionado para llevar la buena nueva "de ahí en adelante a los gentiles'". Hechos 8:4, 5; 22:21. CIHS 85.3 en inglés
En su primera jira misionera, los discípulos debían ir solamente a “las ovejas perdidas de la casa de Israel.” Si entonces hubiesen predicado el Evangelio a los gentiles o a los samaritanos, habrían perdido su influencia sobre los judíos. Excitando el prejuicio de los fariseos, se habrían metido en una controversia que los habría desanimado en el mismo comienzo de sus labores. Aun los apóstoles fueron lentos en comprender que el Evangelio debía darse a todas las naciones. Mientras ellos mismos no comprendieron esta verdad, no estuvieron preparados para trabajar por los gentiles. Si los judíos querían recibir el Evangelio, Dios se proponía hacerlos sus mensajeros a los gentiles. Por lo tanto, eran los primeros que debían oír el mensaje. DTG 317
En esta primera jira, los discípulos debían ir solamente adonde Jesús había estado antes y había conquistado amigos. Su preparación para el viaje debía ser de lo más sencilla. No debían permitir que cosa alguna distrajese su atención de su gran obra, despertase oposición o cerrase la puerta a labores ulteriores. No debían adoptar la indumentaria de los maestros religiosos ni usar atavío alguno que los distinguiese de los humildes campesinos. No debían entrar en las sinagogas y convocar a las gentes a cultos públicos; sus esfuerzos debían limitarse al trabajo de casa en casa. No habían de malgastar tiempo en saludos inútiles ni en ir de casa en casa para ser agasajados. Pero en todo lugar debían aceptar la hospitalidad de los que fuesen dignos, de los que les diesen bienvenida cordial como si recibiesen al mismo Jesús. Debían entrar en la morada con el hermoso saludo: “Paz sea a esta casa.”2Lucas 10:5. Ese hogar iba a ser bendecido por sus oraciones, sus cantos de alabanza y la presentación de las Escrituras en el círculo de la familia. DTG 317
Estos discípulos debían ser heraldos de la verdad y preparar el camino para la venida de su Maestro. El mensaje que tenían que dar era la palabra de vida eterna, y el destino de los hombres dependía de que lo aceptasen o rechazasen. Para impresionar a las gentes con su solemnidad, Jesús dijo a sus discípulos: “Y cualquiera que no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies. De cierto os digo, que el castigo será más tolerable a la tierra de los de Sodoma y de los de Gomorra en el día del juicio, que a aquella ciudad.” DTG 318