Como a la hora novena Jesús exclamó a gran voz diciendo: —¡Elí, Elí! ¿Lama sabactani? —que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?— RVa — Mateo 27:46
"Bien nos iría si pudiéramos recordar siempre el Calvario, donde Jesús llevó la terrible carga de los pecados del mundo. En su agonía expirante oídle exclamar: "¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado!" [Mateo 27:46.] y recuerda que soportó el ocultamiento del rostro de su Padre, para que no se ocultara para siempre al hombre caído. Soportó la vergüenza, los crueles azotes, los insultos y las burlas, para que nosotros pudiéramos reconciliarnos con Dios y ser rescatados de una muerte sin fin. Si nuestra mente se detiene en estos temas, nuestra conversación estará en el cielo, desde donde buscamos al Salvador, y hasta los pensamientos vanos parecerán fuera de lugar." GW92 419.2 (Traducido del ING)
¿Qué vemos en estos versículos que nos da un indicio del tipo de vida al que se enfrentó Jesús desde el principio?
"Una vez cumplida la misión de los reyes magos, éstos se proponían regresar y llevar a Herodes la alegre noticia del éxito de su viaje. Pero Dios envió a su ángel en la estación nocturna para desviar el rumbo de los sabios. En una visión nocturna se les dijo claramente que no volvieran a Herodes. Obedecieron la visión celestial. "Y advertidos por Dios en sueños de que no debían volver a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino. Y cuando se fueron, he aquí que el ángel del Señor se le apareció a José en sueños, diciendo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y quédate allí hasta que yo te avise; porque Herodes buscará al niño para matarlo. Cuando se levantó, tomó al niño y a su madre de noche, y se fue a Egipto". 2SP 25.1 (Traducido del Ing.)
"...El ojo de Dios estaba sobre su Hijo en todo momento. El Señor había alimentado a su profeta Elías con un milagro cuando estaba en un largo viaje. No pudo obtener alimento de ninguna otra fuente. Hizo llover maná del cielo para los hijos de Israel. El Señor proveyó una manera para que José preservara su propia vida, y la vida de Jesús, y la de la madre, al huir a Egipto. Cubrió las necesidades de su viaje y de su estancia en Egipto, haciendo que los sabios de Oriente fueran en busca del niño Salvador y le llevaran valiosas ofrendas como muestra de honor. El Señor conoce los corazones de todos los hombres. Dirigió el camino de José hacia Egipto, para que encontrara allí un asilo contra la ira de un rey tirano, y para que se preservara la vida del niño Salvador. Los padres terrenales de Jesús eran pobres. Los regalos que les llevaron los sabios les sirvieron de sustento mientras estuvieron en tierra de extraños. 2SP 26.1
"Herodes esperó ansiosamente el regreso de los sabios, pues estaba impaciente por llevar a cabo su decidido propósito de destruir al niño Rey de Israel. Después de haber esperado mucho tiempo el conocimiento que deseaba, temió que su propósito se frustrara. Razonó así: ¿Podrían esos hombres haber leído el oscuro acto que había premeditado? ¿Podrían haber comprendido su designio y haberlo evitado a propósito? Esto le pareció un insulto y una burla. Su impaciencia, envidia y odio aumentaron. Su padre, el demonio, le incitó a buscar el cumplimiento de su propósito mediante un acto muy cruel. Si fracasaba en llevar a cabo su intención asesina mediante la pretensión y la sutileza, infundiría terror en los corazones de todos los judíos mediante el poder y la autoridad. Tendrían un ejemplo de lo que se encontraría su rey, en caso de que intentaran colocar uno en el trono de Jerusalén". 2SP 26.2
“Y una grande señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas:
Y estando preñada, clamaba con dolores de parto, y sufría tormento por parir.
Y fue vista otra señal en el cielo: y he aquí un grande dragón bermejo, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas.
Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las echó en tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que estaba para parir, a fin de devorar a su hijo cuando hubiese parido.
Y ella parió un hijo varón, el cual había de regir todas las gentes con vara de hierro: y su hijo fue arrebatado para Dios y a su trono.
Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar aparejado de Dios, para que allí la mantengan mil doscientos y sesenta días”. Apocalipsis 12:1-6.
Es evidente ver que esta “mujer” estaba vestida del Sol y atacada por el dragón, aún antes de nacer su hijo, Cristo; sí, años antes que la iglesia Cristiana y el Evangelio llegasen a existir. Decir, entonces, que ella representa la iglesia del Nuevo Testamento vestida con el evangelio de Cristo, es ciertamente tan infundado y tan ilógica como teoría, como decir que la gallina empolla antes de que el huevo sea puesto.
“Vestida del Sol”, la mujer es, por supuesto, la iglesia eterna de Dios vestida con la Luz del Cielo, la Biblia. “Su Palabra”, dice el salmista, “es … como una luz a mi camino”. Salmo 119:105.
La luna, como ya sabemos, es el medio por el cual la luz del Sol es reflejada y la noche iluminada. Hallándose debajo de los pies de la mujer, es el más apropiado símbolo del período anterior a la existencia de la Biblia, el período de la Creación hasta Moisés. Esta fase del simbolismo señala muy definidamente a esa mujer que estaba emergiendo del período en el cual la Palabra de Dios, “el sol”, era indirectamente reflejado, fue pasado de padre a hijo, y en el que estuvo entrando hasta el período en que estaba vestida con la Luz de Dios, la Biblia.
Además, ella se hallaba encinta en el tiempo que estaba vestida con el sol, y la luna permanecía bajo sus pies. Esto muestra positivamente, en sí mismo, que a su comienzo, ella representa la iglesia después de que había recibido la promesa de traer al Redentor del mundo, el “Hijo, quien regiría a todas las naciones con vara de hierro”. El “fue arrebatado para Dios y su trono”. Por supuesto, El es Cristo, el Señor.
Las doce estrellas que comprenden la corona de la mujer, describe más obviamente el gobierno de Dios sobre la tierra, la autoridad acumulativa de la iglesia aquella de los doce patriarcas, de las doce tribus, de los doce apóstoles, y de los 12.000 de cada una de las doce tribus de Israel (los 144.000).
Se ha observado también que ella representa a la iglesia eterna de Dios, mientras combate con el enemigo.
Y ahora, continuando con el tema del dragón, puede ser observado claramente que para que la consistencia sea mantenida, la interpretación Bíblica de las cabezas y los cuernos del dragón, debe ser, que las anteriores son organizaciones religiosas, y los posteriores, gobiernos civiles. Y ¿a cuántos de ellos, los cuernos y las cabezas del dragón representan? Todos los gobiernos civiles y todas las organizaciones religiosas a ese tiempo específico. ¿Cómo nosotros sabemos esto? Porque hay diez cuernos y siete cabezas coronadas, y porque el número Bíblico “diez” denota universalidad, y el número “siete” denota completo. (Véase el Tratado Nº 3, El Juicio y La Cosecha, página 94, edición de 1942).
Es un hecho reconocido, también, que las coronas siempre se declaran siempre a favor de la autoridad real. Y como aparecen sobre las cabezas del dragón, no sobre sus cuernos, es especialmente evidente que mientras el dragón gobernó ambos, los mundos civiles y religiosos, aún el coronó los religiosos.
En otras palabras, la iglesia sostuvo el cetro; la iglesia se sentó sobre el trono del dragón. Y el hecho de que el número de los cuernos del dragón representa universalidad y el número de sus cabezas coronadas representa completo, concuerda con el hecho de que ambos, la iglesia Judía y los Romanos, persiguieron al Señor, muestra que el dragón como un todo representa un mundo Satánico-Eclesiástico completo, que Satanás había tomado al mundo cautivo. Como conquistador de éste y armado con cuernos y cabezas, indujo a Herodes a matar a los niños recién nacidos, tan pronto como supo del nacimiento de Cristo. Esto él hizo con la esperanza de destruir al Salvador, devorar a el niño, y por ese medio, perpetuar su propio reino. Tal fue la condición del mundo en la primera venida de Cristo, y así fue que la iglesia fue capaz de crucificar al Señor, apedrear a Esteban, decapitar a otros, y aún escapar del castigo de las autoridades civiles.
Por esta misma razón el Hijo del hombre, el Redentor del mundo, vino justamente cuando tenía que venir. El dragón, aun, para defender su dominio satánico, esperó pacientemente y observó cuidadosamente la llegada del prometido Redentor del mundo. Así fue que mientras la eterna iglesia de Dios estaba embarazada, y clamando por ser libertada, el dragón con sus siete cabezas coronadas y sus diez cuernos, estaba listo para devorar al Hijo tan pronto como naciese.
¿Qué nos dice el texto anterior sobre cómo se sintió Cristo ante el rechazo?
Las gemas de verdad que cayeron de los labios de Cristo en aquel día memorable, fueron atesoradas en muchos corazones. Hicieron brotar a la vida nuevos pensamientos, despertaron nuevas aspiraciones y crearon una nueva historia. Después de la crucifixión y la resurrección de Cristo, estas personas se adelantaron y cumplieron su comisión divina con una sabiduría y un celo correspondientes a la grandeza de la obra. Dieron un mensaje que impresionaba el corazón de los hombres, debilitando las antiguas supersticiones que habían empequeñecido durante tanto tiempo la vida de millares. Ante su testimonio, las teorías y las filosofías humanas llegaron a ser como fábulas ociosas. Grandes fueron los resultados de las palabras del Salvador a esta muchedumbre llena de asombro y pavor en el templo de Jerusalén. DTG 573.1
Pero Israel como nación se había divorciado de Dios. Las ramas naturales del olivo estaban quebradas. Mirando por última vez al interior del templo, Jesús dijo con tono patético y lastimoso: "He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor." Hasta aquí había llamado al templo casa de su Padre; pero ahora, al salir el Hijo de Dios de entre sus murallas, la presencia de Dios se iba a retirar para siempre del templo construído para su gloria. Desde entonces sus ceremonias no tendrían significado, sus ritos serían una mofa. DTG 573.2
Si el pueblo de Dios repitiera en este momento los errores de los judíos, entonces el castigo decretado en las palabras "será el llanto y el crujir de dientes" (Mateo 24:51), no encontraría en intensidad su paralelo en ninguna época. Además, la simple comprensión de la desilusión de estar a punto de entrar en el Paraíso, pero no conseguirlo y encontrarse en cambio hundido en el infierno, sería suficiente para apuñalar a uno con el más angustioso remordimiento. Abramos, pues, de par en par nuestro corazón al leer la compasiva súplica del Señor:
"Oh Jerusalén, Jerusalén, tú que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados, ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas, y no quisiste! He aquí que vuestra casa os ha quedado desolada". Mateo 23:37, 38...
¿Qué nos dicen los siguientes versículos sobre el sufrimiento de Cristo en Getsemaní?
"Cada paso que el Salvador daba ahora lo hacía con esfuerzo. Gemía en voz alta como si sufriera la presión de una terrible carga; sin embargo, se abstuvo de sobresaltar a sus tres discípulos elegidos con una explicación completa de la agonía que iba a sufrir. Dos veces sus compañeros le impidieron caer al suelo. Jesús sintió que debía estar aún más solo, y dijo a los tres favorecidos: "Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo". Sus discípulos nunca le habían oído pronunciar unas palabras tan tristes. Su cuerpo se convulsionaba de angustia, y su pálido semblante expresaba un dolor indescriptible. 3SP 95.1 (Traducido del Ing.)
"Se alejó un poco de sus discípulos -no tanto como para que pudieran verle y oírle- y cayó postrado con el rostro en el frío suelo. Se sintió dominado por un terrible temor de que Dios le quitara su presencia. Se sintió separado de su Padre por un abismo de pecado, tan amplio, tan negro y profundo que su espíritu se estremeció ante él. Se aferró convulsivamente al suelo frío e insensible, como si quisiera evitar que lo alejaran aún más de Dios. El frío rocío de la noche cayó sobre su forma postrada, pero el Redentor no le prestó atención. De sus pálidos y convulsos labios brotó el amargo grito: "Padre mío, si es posible, pasa de mí este cáliz; pero no como yo quiero, sino como tú quieres". 3SP 95.2
"No fue el temor al sufrimiento físico que pronto iba a padecer lo que provocó esta agonía en el Hijo de Dios. Estaba soportando el castigo de la transgresión del hombre, y estremeciéndose bajo el ceño del Padre. No debía llamar a su divinidad en su ayuda, sino que, como hombre, debía soportar las consecuencias del pecado del hombre y el desagrado del Creador hacia sus súbditos desobedientes. Al sentir que se rompía su unidad con el Padre, temía que su naturaleza humana no pudiera soportar el conflicto que se avecinaba con el príncipe del poder de las tinieblas; y en ese caso, el género humano estaría irremediablemente perdido, Satanás sería el vencedor y la tierra sería su reino. Los pecados del mundo pesaron sobre el Salvador y lo postraron en la tierra; y la cólera del Padre, como consecuencia de ese pecado, parecía aplastar su vida." 3SP 95.3
¿Qué acontecimientos en torno a la muerte de Jesús mostraron que estaba ocurriendo algo más de lo que la mayoría de la gente entendía en ese momento? ¿Qué significado podemos encontrar en cada uno de estos acontecimientos que pueda ayudar a revelar lo que ocurrió allí?
Cuando Jesús, pendiente de la cruz, exclamó: "Consumado es," las peñas se hendieron, tembló la tierra y se abrieron algunas tumbas. Al resurgir él triunfante de la muerte y del sepulcro, mientras la tierra se tambaleaba y los fulgores del cielo brillaban sobre el sagrado lugar, algunos de los justos muertos, obedientes a su llamamiento, salieron de los sepulcros como testigos de que Cristo había resucitado. Aquellos favorecidos santos salieron glorificados. Eran santos escogidos de todas las épocas, desde la creación hasta los días de Cristo. De modo que mientras los príncipes judíos procuraban ocultar la resurrección de Cristo, hizo Dios levantar de sus tumbas cierto número de santos para atestiguar que Jesús había resucitado y proclamar su gloria. PE 183.1
Los resucitados diferían en estatura y aspecto, pues unos eran de más noble continente que otros. Se me informó que los habitantes de la tierra habían ido degenerando con el tiempo, perdiendo fuerza y donaire. Satanás tenía el dominio de las enfermedades y la muerte; y en cada época los efectos de la maldición se habían hecho más visibles y más evidente el poderío de Satanás. Los que habían vivido en los días de Noé y Abrahán parecían ángeles por su gallardía y aspecto; pero los de cada generación sucesiva habían resultado más débiles, más sujetos a las enfermedades y de vida más corta. Satanás ha ido aprendiendo a molestar y debilitar la raza. PE 184.1
Los que salieron de los sepulcros cuando resucitó Jesús, se aparecieron a muchos, diciéndoles que ya estaba cumplido el sacrificio por el hombre; que Jesús, a quien los judíos crucificaran, había resucitado de entre los muertos, y en comprobación de sus palabras, declaraban: "Nosotros fuimos resucitados con él." Atestiguaban que por el formidable poder de Jesús habían salido de sus sepulcros. A pesar de los falsos rumores que se propagaron, ni Satanás ni sus ángeles ni los príncipes de los sacerdotes lograron ocultar la resurrección de Jesús, porque los santos resucitados divulgaron la maravillosa y alegre nueva. También Jesús se apareció a sus entristecidos discípulos, disipando sus temores e infundiéndoles jubilosa alegría. PE 184.2
¿Qué nos dicen los versículos anteriores sobre el tema que nos ocupa?
Aunque los apóstoles fueron milagrosamente libertados de la cárcel, no se libraron de la indagatoria y el castigo. Cristo les había dicho, estando con ellos: "Mirad por vosotros: porque os entregarán en los concilios." Marcos 13:9. Al enviarles un ángel para libertarlos, Dios les dió una muestra de su amor y una seguridad de su presencia. Ahora les tocaba a ellos, por su parte, sufrir por causa de Aquel cuyo Evangelio predicaban. HAp 67.2
La historia de los profetas y apóstoles nos ofrece muchos nobles ejemplos de lealtad a Dios. Los testigos de Cristo han sufrido cárcel, tormento y la misma muerte antes de quebrantar los mandamientos de Dios. El ejemplo de Pedro y Juan es heroico cual ninguno en la dispensación evangélica. Al presentarse por segunda vez ante los hombres que parecían resueltos a destruirlos, no se advirtió señal alguna de temor ni vacilación en sus palabras o actitud. Y cuando el pontífice les dijo: "¿No os denunciamos estrechamente, que no enseñaseis en este nombre? y he aquí, habéis llenado a Jerusalem de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de este hombre," Pedro respondió: "Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres." Un ángel del cielo los había librado de la cárcel y ordenádoles que enseñaran en el templo. Al seguir sus instrucciones, obedecían el divino mandato, y así debían proseguir haciéndolo a pesar de cuantos impedimentos encontraran para ello. HAp 67.3
Zac. 12: 9, 10 - "Y acontecerá en aquel día, que yo procuraré destruir a todas las naciones que vengan contra Jerusalén. Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los habitantes de Jerusalén, el Espíritu de gracia y de súplica; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y harán duelo por él, como quien llora por su hijo único, y estarán en amargura por él, como quien está en amargura por su primogénito."
Cuando Dios comience a destruir a las naciones, derramará sobre sus santos el Espíritu de gracia, entonces se lamentarán realmente por haber pecado contra el Señor. Es porque los hombres no tienen ahora ese espíritu que sus sentimientos personales son tan fácilmente heridos por cualquier pequeña cosa hecha contra ellos. Y puesto que el Espíritu de gracia hace que uno no se lamente por sí mismo, es comprensible que compadecerse de sí mismo, y sentirse herido por lo que otros hacen o dicen contra él, es una señal segura de que en lugar de estar imbuido del Espíritu de gracia, está imbuido del espíritu del Diablo, que busca diariamente desanimar y descorazonar compadeciéndose de sí mismo. Recuerda que la autocompasión es una auténtica autoderrota. Ninguno de nosotros ha sido maltratado como lo fue el Señor, y sin embargo el "yo" en Él nunca fue herido.
Si hemos de lamentarnos por alguien, no lo hagamos por nosotros mismos. A veces pensamos que nos arrepentimos de nuestros pecados y de haber hecho que el Señor fuera maltratado y crucificado, pero nuestro dolor no es real; es sólo teórico. Cuando este Espíritu de gracia se derrame sobre nosotros, entonces nos daremos cuenta plenamente de que no fueron los judíos, sino los pecados de todos nosotros los que crucificaron a Cristo, y entonces consideraremos un privilegio ser maltratados por causa de Cristo.
"Aquel que sufrió la muerte por nosotros en la cruz del Calvario, tan seguramente sufrió los más agudos dolores del hambre como que murió por nosotros. Y apenas comenzó este sufrimiento, Satanás se acercó con sus tentaciones. Nosotros tenemos un enemigo no menos vigilante con el que luchar. Satanás adapta sus tentaciones a nuestras circunstancias. En cada tentación presentará algún soborno, algún bien aparente que se pueda ganar. Pero en el nombre de Cristo podemos tener una victoria completa al resistir sus artimañas. Con 71,3 ( Libro en Ing.)
"Hace más de mil ochocientos años que Cristo caminó sobre la tierra como un Hombre entre los hombres. Encontró que el sufrimiento y la miseria abundaban por todas partes. ¡Qué humillación por parte de Cristo! Porque, aunque tenía la forma de Dios, tomó la forma de siervo. Era rico en el cielo, coronado de gloria y honor, y por nosotros se hizo pobre. Qué acto de condescendencia del Señor de la vida y de la gloria, para elevar al hombre caído". Con 72.1